Contador.

contador de visitas
contador visitas Gracias por visitar esta tétrica mansión.

viernes, 14 de octubre de 2011

. Lunario VI . -LA LLORONA-

 ¿Habéis oído alguna vez hablar sobre la 'Llorona'...?

Amanda Thompson se miró una vez más al espejo antes de encender el secador y comenzar a moldear su cabello rubicundo, sirviéndose de él y de un cepillo. Su pelo siempre había sido totalmente liso y a ella le encantaba, pero no venía mal cambiar de imagen de cuando en cuando. Rizándolo obtendría una imagen totalmente distinta de la Amanda de siempre, aquella directora que siempre estaba ocupada.
Esa precisa noche del doce de septiembre ella era Amanda, la vieja amiga de Velvet Hedwings.
Éste había vuelto el mismo día diez de Copenhague y ni siquiera habían tenido tiempo de hablar, salvo por teléfono. En el fondo, ella siempre tenía ganas de ver a Velvet. Para una mujer como Amanda, que vivía sola en una ostentosa casa en Aberdeen Park, la compañía era un bien muy preciado, y más tratándose de la de él. Era un hombre vivaz, siempre alegre, pero a su vez responsable cuando hacía falta. Sí, le conocía muy bien. Habían sido amigos, durante muchos años habían compartido casi todo. Mientras se echaba todo el cabello sobre el hombro derecho y le daba volumen, se preguntaba cómo se encontraría él aquella noche.
No era un día demasiado agradable para ninguno de los dos… Ella lo sabía bien.
La mujer sujetó su pelo con varias horquillas para echarlo hacia la derecha y mantenerlo firme, y después sacó del cajón de su tocador el rímel y un pintalabios de un embriagador rosa neón. Tampoco solía maquillarse mucho; su belleza era más bien natural. Aquellos ojos grandes y azulados habían conquistado muchos corazones, y sin embargo, ella nunca correspondió a ninguno. Eso no significaba que Amanda Thompson no fuera apasionada o que no hubiese amado; ella, por alguna razón, le tenía un miedo irracional al compromiso.

Su figura reiterada irradiaba en el espejo; por fin estaba lista para marcharse. Arreglada con un escotado traje de noche y unos zapatos de tacón, tomó un manojo de llaves y una chaqueta y salió de su casa, asegurándose de que había cerrado correctamente.
La noche era fría y el exterior estaba cubierto por una neblina gélida. La mujer aceleró el paso, tiritando, y echó un vistazo a su alrededor mientras se precipitaba calle abajo. Aberdeen Park era un oasis verdoso, lleno de naturaleza. Numerosas eran sus campas, en las que los niños y sus padres jugaban juntos después de las clases, donde los perros eran paseados por sus dueños, donde las parejas iban a andar juntas en bicicleta. Los residentes de la zona pertenecían al Aberdeen Park Maintenance Company, y eran responsables del mantenimiento de la zona. A Amanda se le inflaba el pecho de orgullo solo de saber que estaba ayudando a conservar la belleza y la frescura de sus alrededores.
La mujer caminó por Highbury Grove. Parecía una zona deshabitada aquella noche, y se notaba cierto aire de misterio. Las farolas de la calle parpadeaban constantemente, y el viento azotaba los edificios, suscitando un sonido escalofriante. Amanda hizo caso omiso de esto y no frenó su paso, hasta que se encontró de frente con el cementerio de Highbury Grove, ya cerrado. Tras sus puertas de hierro y su funesta belleza, se escondían tantas sombrías verdades…
Amanda Thompson se estremeció.

***

-Velvet está muy raro –suspiró Evil, bebiendo de su vaso lleno de gaseosa-. Cada doce de septiembre está así de misterioso, no sé si me explico.
Todos estaban en la mesa terminando su cena a excepción del tío de Evan, que llevaba un par de horas sin bajar del primer piso. No solo eso, sino que también había estado casi toda la mañana ausente. Lena no le había preparado la cena, por propia petición de él, y el ambiente era un tanto apagado. Nadie sabía qué estaba haciendo, ya que el hombre no había querido dar ninguna explicación acerca de ello. En silencio, los comensales pinchaban sus tenedores y sorbían de sus vasos.
Oculus rodaba por la mesa, esquivando los platos casi vacíos, en los que con anterioridad habían abundado el escalope y las patatas asadas, untadas con mantequilla.
-Pero –Lena curvó sus cejas. Su cola se sacudió, dando vueltas como una hélice- quizá vaya a casa de Amanda a cenar, como siempre. Aunque nunca nos ha explicado el porqué de esta misteriosa celebración… -la licántropo rió entre dientes.

-Son una pareja celebrando su aniversario como todos los años, es más que obvio –terció Gabrielle.
-¿Pareja? No sé… –respondió Evan. El simple hecho de ver a su tío saliendo con una mujer le parecía imposible. Por alguna razón, para el muchacho, Velvet era el arquetipo perfecto de soltero de oro.
-¿Cómo que no, Evan? –la vampiresa enrojeció, contrariada-. Está claro, ¿no? Siempre se llaman por teléfono. Velvet es accionista del colegio en el que ella trabaja, y por si fuera poco… ¡Cada doce de septiembre quedan en casa de ella en total clandestinidad! ¿No os parece muy raro?
Hubo murmullos y miradas después de que Gabrielle hablase. Ciertamente, fuera verdad o no, los argumentos que la vampiresa había dado resultaban bastante convincentes. De repente una silla vacante se agitó. El rostro de Klaus se torció, grabado por la cámara de vídeo.
-Absurdo, eso es absurdo –contradijo el pequeño fantasma-. Llevan juntos toda la vida, son como hermanos, después de todo. Estoy seguro de que todo esto se debe a una razón bien distinta…

Entonces sonó la campana de la puerta. Flourite, como educada jovencita que era, se puso en pie y se dispuso a abrir la puerta. La exquisita figura de Amanda emergió de las sombras de la noche.
-Buenas noches, Flourite –saludó, con una sonrisa delicada-. ¿Puedo pasar?
-¡Por supuesto, Amanda! –la muchacha hizo una pequeña inclinación y la invitó a entrar en el recibidor.
Al de un rato, Velvet abrió la puerta del primer piso y bajó las escaleras laterales. Estaba impecablemente vestido, como de costumbre, pero aquella noche había optado por un sensual smoking color negro, cuya chaqueta de cena llevaba las solapas en pico. Su pajarita era del mismo color y el mismo tejido que las solapas, y los zapatos El hombre llevaba una botella de vino tinto, sujeta por sus manos enfundadas en unos guantes blancos. Amanda emitió un silbido de admiración.
-Magnífico, como siempre –dijo la mujer con tono jovial-. Bueno, ¿vamos?

Velvet dirigió una risueña mirada a Flourite, quien estaba plantada en el vestíbulo, con la impresión de que no pintaba nada allí.
-Flourite, ¿habéis terminado de cenar?
-Hum, ¡sí! Enseguida recogemos todo –la pequeña entró velozmente en el salón comedor. Los viejos amigos se observaron mutuamente. Ambos tenían una celebración muy importante por delante… Cuando se aseguraron de que nadie los hubo visto, ella se acercó despacio a Velvet y se fundieron en un abrazo entrañable.
-Otra noche más, Amanda… -suspiró el hombre, al que por poco se le saltaban las lágrimas. Cierta nostalgia se vislumbraba en su voz.
Ella asintió levemente con la cabeza, y bajó la vista a la botella de vino.
-Stella Rosa… ¿Me equivoco?
-Para nada, estás en lo cierto. Era su preferido, ¿recuerdas? –sollozó él.
-¿Cómo olvidarlo?... Es por lo que estoy aquí, después de todo. –Amanda se separó de él lentamente y le miró fijamente a los ojos, vidriosos. Siempre que llegaba aquella fecha, Velvet se angustiaba repentinamente. Parecía un alma en pena, flotando falto de vida por la mansión. Y a ella le dolía tanto verle así… El corazón se le reducía a pedazos.
Flourite, Lena, Evil, Clave, (Oculus en mano), Evan y Gabrielle abandonaron el salón comedor. Velvet y Amanda se miraron una vez más y entraron en la habitación vacía sin articular palabra, cerrando la puerta tras de sí.
-Lo que yo decía, es una cita romántica, hoy debe de ser su aniversario o algo parecido –gruñó Gabrielle-. ¡Si incluso tenían un vino exquisito en sus manos! Me habría encantado catarlo.

No se oía nada salvo el sonido del choque de unos platos y el murmullo dentro del salón comedor. Evil se aproximó a la puerta disimuladamente, y pegó un poco la oreja a la madera, dispuesto a escuchar algo de la conversación. Este gesto desconcertó bastante a los demás. Flourite lanzó un suspiro y Evan se llevó una mano a la cabeza.
-Evil, no te pases –refunfuñó Lena, poniendo los brazos en jarras-. ¡Ven aquí! Déjales intimidad, y vámonos a un cuarto o algo.
Pero el ente hizo caso omiso. Incluso levantó el dedo índice y se lo colocó en los labios, para acallar a Lena. Sin duda, debía estar escuchando algo revelador. Apoyó suavemente las manos en la puerta, y se arrimó todo lo posible. Entonces escuchó la voz de Amanda, y aunque al principio resultó ininteligible, fue aclarándose.

-…por nuestros queridos Tony y Netty.

A pesar de que Evil acababa de encontrar una pequeña pista sobre lo que Velvet y su amiga se traían entre manos, para él aquellas palabras carecían de ningún significado.
-¿Y bien? –farfulló Evan. No quería admitirlo, pero también sentía una gran curiosidad por el asunto. Su tío llevaba gran parte del día sin hablar con nadie, y sin hablar de sus propósitos. Sabía que no era correcto inmiscuirse en sus cosas, pues no le correspondían, pero el ansia de saber la verdad era más fuerte que el sentimiento de culpa.
-Tony y Netty –repitió Evil, sacudiendo los hombros-. ¿Os dicen algo esos nombres?
Fue un no rotundo por parte de casi todos los presentes… Pues no obstante, uno de ellos sí que sabía algo sobre los desconocidos.

-¿Tony y Netty, Evil? –la pueril voz de Klaus resonó en el recibidor. A Evan le seguía pareciendo escalofriante el escuchar su voz sin vislumbrar el cuerpo al que ésta pertenecía-. Entonces se trata de ese matrimonio… Anthony L. Reinhold y Antoinette Mansfield.
Silencio sepulcral.
-Sí, sí, me parece muy bien. ¿Quiénes son esos? –Evil no parecía muy satisfecho con la respuesta del fantasma. Frunció el ceño, en espera de más información.
-Conozco su historia… -declaró la voz flotante-. Pero no debería contarla aquí… Bueno, no sé si debería contarla siquiera, pero si os interesa… ¿Y si subimos arriba?
-Podemos ir a mi cuarto –propuso Clave en un susurro.
Era extraño que él se ofreciese, pero todos les pareció bien, así que abandonaron el hall y subieron al primer piso. Los chicos dormían en el ala derecha, según sabía Evan. Pero en lugar de dormir allí, él había sido colocado en el dormitorio de la torre. De modo que desconocía cómo se verían los cuartos, aunque estaba seguro de que la distribución de las habitaciones de ambas alas sería simétrica.
Al cruzar la puerta del ala derecha, se descubría un pasillo largo y estrecho con las paredes cubiertas de pequeños espejos, vagamente iluminado y con una ventana al fondo. En él había cinco puertas. Clave caminó al fondo del pasillo y abrió la puerta de la izquierda, pidiendo a todos que pasasen a su interior.

Evan nunca se habría imaginado así el cuarto de Clave: era un cuarto perfectamente cuadrado, y la cama estaba en la esquina, junto a una ventana apretada. Del techo colgaba un móvil construido a partir de trozos rotos de espejos, colgados en unos cordeles tan largos que casi rozaban el suelo de madera polvorienta: esto formaba una escultura abstracta pero a su vez creaba una hechizante experiencia visual.
Evan se preguntó si todas las habitaciones de la casa tendrían espejos, para que Klaus pudiese reflejarse en ellos…
En lugar de una mesita de noche, había un taburete esférico en el que descansaba la lámpara de aceite que a Evan le resultaba tan familiar.  A diferencia del cuarto de la torre, la habitación de Clave tenía un ropero antiguo  y un escritorio plegado.  Sobre la silla de éste estaba el uniforme de Holloway College, bien colocado.
-Esto… poneos cómodos –el muchacho encendió la luz, quitó la lámpara de aceite y se sentó en el taburete, haciendo un ademán para que se sentasen. La silla del escritorio levitó y se colocó junto al móvil, apareciendo el rostro de Klaus reflejado en los múltiples fragmentos de espejo que se arremolinaban constantemente. Flourite, Lena y Gabrielle se sentaron en la cama, con cuidado de no deshacerla, y Evil se apoyó en la puerta, una vez cerrada. Evan se situó al lado de Clave en el suelo, apoyando su cabeza contra la pared. El fantasma se aclaró la garganta.

-¿Estáis seguros de que queréis escuchar esta historia, chicos?... –preguntó antes de nada-. No es algo muy agradable, la verdad.
-¿Y qué? –protestó Evil-. Mejor saberlo que quedarnos con la duda. Después de todo, el año que viene se repetirá esta celebración, y el próximo también, y así sucesivamente. No podemos seguir toda la vida sin tener ni idea de qué está pasando –nadie respondió a aquello, pero probablemente, más o menos, estaban de acuerdo con la opinión de éste-. Además, Klaus; todos nosotros somos entes. ¡Estamos curados de espanto!
A Evan no le hizo mucha gracia la frase de ‘todos nosotros somos entes’. Klaus parpadeó varias veces, después asintió silenciosamente, con cara pensativa.

-Está bien… Todo empezó hace unos quince años, si no me equivoco… No sé si recordaréis que Velvet y Amanda eran investigadores de la compañía ‘Cell Moon’ que llevaban los que serían tus bisabuelos, Evan –el muchacho abrió los ojos, impresionado. Sabía que Velvet había sido investigador, pero ¿y Amanda? Eso la vinculaba totalmente a su tío; ahora entendía la enorme familiaridad entre ellos-. Pues bien, la ideología de ‘Cell Moon’ y ‘Black·Moon~Company’ es prácticamente idéntica; Velvet transfirió a la compañía que él fundó tiempo después todas las normas que impusieron sus abuelos. ¿Qué quiero decir con esto? Que hubo un tercer investigador en el grupo de ‘Cell Moon’: Antoinette Mansfield, una jovencita de una familia francesa muy bien avenida, aunque era tan poco partidaria de gastar dinero que no lo parecía. Sus padres se habían mudado a una lujosa mansión en Lambeth Palace Road, al lado del río Támesis, y eran conocidos de Velvet y sus abuelos. De modo que al descubrir que su hija era una humana parcial, la dejaron en las mejores manos.
-Velvet nunca mencionó tal nombre delante de ninguno de nosotros –suspiró Lena, ligeramente abatida.

-¡Exacto! Porque Antoinette no duró ni un año como investigadora de ‘Cell Moon’. Velvet, Amanda y Netty eran un equipo formidable; se entendían a la perfección, pero esta última tenía un problema bastante grave… –la mirada de Klaus se volvió apenada, y su voz se apagó repentinamente-. Digamos que ella siempre fue una muchacha enfermiza, aunque nunca le dio especial importancia.

>>No obstante, sus padres sí que lo hacían, por una buena razón: la familia Mansfield era, desde hace años, propensa a contraer enfermedades cardíacas. Se trataba de pura herencia, mala suerte. Pero Antoinette llevaba mucho tiempo aquejándose de que se asfixiaba con frecuencia, como si le faltase el aire; de que siempre la envolvía una fuerte sensación de opresión o plenitud en el centro del pecho, que a veces le duraba minutos, otras veces horas; o de que en numerosos casos se desvanecía o era atacada por las náuseas. La chica siempre había considerado aquellos síntomas como parte de su delicada salud, sin pararse a pensar en que el inconveniente era mucho más grave, e incluso podría costarle la vida.
>>El día que Antoinette Mansfield se enteró de todo esto, al principio no podía creerlo. Le costó mucho asimilar el peso hereditario que llevaba a sus espaldas, y cayó en una profunda depresión. Sus padres presentaron sus disculpas ante los abuelos de Velvet, del mismo Velvet y de Amanda, y acordaron que Antoinette no volvería a trabajar como investigadora nunca más. En su lugar le aplicaron un tratamiento para disminuir el riesgo de sufrir ataques. Aunque ella era perfectamente apta para el empleo y estaba encantada, era un estilo de vida estresante, y una rutina como ésa aumenta la tensión en el corazón e incrementa las posibilidades de sufrir un ataque cardíaco. El solo hecho de disminuirlo, mejoraría su salud en muchas formas. Igualmente, siendo investigadora o no, su amistad con Amanda y Velvet no cambió en absoluto. Siguieron manteniendo el contacto, y se veían muchas veces al mes, para hablar sobre sus vidas.
>>A pesar de todo, Netty no era plenamente feliz. Vivía siempre con el miedo a sufrir un ataque cardíaco, y como Velvet y Amanda estaban ocupados con sus misiones, apenas salía de casa. Sus padres estaban preocupados porque cayese en una profunda depresión, e intentaban por todos los medios entretenerla. La llevaban a cenas de alto standing, a bailes lujosos y a reuniones de familias adineradas. Buscaban que conociese a gente, que se relacionase con otros, que se divirtiera. Y una noche lo consiguieron, cuando a Antoinette le presentaron a una familia de viejos amigos londinenses en Trafalgar Square: los Reinhold.
>>Los Mansfield y los Reinhold se habían conocido hace años en un baile celebrado en París, y desde entonces no habían dejado de cartearse y contactar. Aquel matrimonio había dado frutos, y era una familia numerosa: dos hijos y cuatro hijas. Todos ellos eran unos acomodados, snobs ricos con poco cerebro y mucho dinero, menos el hijo menor, Anthony Lamarck Reinhold. Este muchacho era tan increíblemente austero y humilde que parecía que proviniese de una estirpe de pobres. Netty y él hicieron buenas migas desde el principio, eran como dos gotas de agua.
>>Anthony era capitán de barco y estaba enamorado del mar. Había navegado por muchísimos lugares del mundo, descubriendo miles de lugares exóticos y paraísos sin par. A Antoinette le fascinaba todo aquello; ella jamás había salido de Francia ni de Reino Unido, así que prestaba oídos gustosa a las maravillosas historias del joven: La costa mediterránea, las Seychelles, la exuberante isla de Taiwán… Anthony había viajado por muchos lugares a su corta edad, en compañía de varios marineros amigos suyos. Antoinette soñaba con salir de su jaula podrida de dinero. Quería extender sus alas y volar libre, por el mundo. Así que ese fue el principio de una amistad que ninguno de los dos olvidaría nunca.

-Y… S… ¿Se enamoraron?... –murmuró Flourite, conmocionada. Parecía a punto de echarse a llorar, como si estuviese escuchando la trágica historia del Titanic.
Evil soltó una carcajada sonora que causó que ella se sonrojase.

-¡Sí! Se enamoraron perdidamente el uno del otro –contestó Klaus-. Y un año después de comenzar su romance, decidieron casarse. Sus padres no podían estar más felices con aquella noticia. Lo prepararon todo al milímetro, con muchísima antelación y una ilusión inmensa. Hicieron una lista de invitados numerosa, en la que por supuesto, figuraban los nombres de Amanda Thompson y Velvet Hedwings. Se casarían el doce de septiembre de 2005 en la iglesia de St. Margaret en el paseo de Millbank, y el banquete se celebraría en un pequeño crucero que navegaría durante la velada por el Támesis. La luna de miel sería en la preciosa isla de Sicilia; era el paradigma de la boda perfecta.
>>La madre de Antoinette consiguió un vestido sin igual para su hija: era blanco y resplandeciente como el nácar, escotado y con una gargantilla a juego en el cuello. El vestido se abría por la mitad a la altura del ombligo y mostraba capas y capas de volantes, que rozaban el suelo. El conjunto, acompañado por unos guantes que sobrepasaban los codos y un velo transparente con bordados de rosas, era idóneo para la chica. Velvet me enseñó varias fotos de antes de la boda; Antoinette estaba perfecta con ese vestido. Incluso las princesas de cuento serían incapaces de rivalizar con semejante preciosidad.
>>Anthony llevaba el traje con el que se casó su padre: Un smoking sofisticado que le iba como un guante. De color blanco y con la pajarita negra, el muchacho también estaba muy sugerente, a pesar de que el traje en sí fuese viejo. Sí, ambos estaban ideales. Cuando faltaba un mes para la boda, él se marchó en un viaje breve a Gales, y prometió que al volver no habría nada que los separase, y que serían eternamente felices. Parecía una fantástica boda de cuento… Por absolutamente todo menos por el final.
>>Horas antes de la boda, Antoinette se vestía en un la casa de una amiga de la familia, que vivía prácticamente al lado de St. Margaret. Estaba realmente nerviosa, según me dijeron; prácticamente temblando del éxtasis y de la felicidad. Cuestión de un poco más de tiempo… Solo tenía que esperar un poco más. Todo estaba preparado, y antes del ocaso, su vida estaría unida con la de Anthony L. Reinhold.
>>Entonces llegó uno de los marineros que conocía Anthony a la casa, abriendo la puerta de golpe. Parecía fatigado; estaba totalmente pálido. Supongo que en aquel momento nadie se esperaba que viniese para dar malas noticias…

…el barco de Anthony L. Reinhold fue encontrado hecho trizas contra unas rocas, y su cadáver y el de un amigo suyo habían sido encontrados hace tan solo unas 18 horas.

>>Antoinette creyó que se trataba de una broma pesada, pero no fue así. Entonces comenzó a notar que le costaba horrores respirar. Comenzó a llorar desconsoladamente, rechazando la realidad, diciéndose a ella misma que no era posible… Anthony tenía que seguir vivo. Ambos tenían toda la vida por delante, ¿cierto? Profirió gritos y golpeó objetos, maldiciendo su destino. ¿Por qué tenía que perder lo que más le importaba? ¿Por qué, justo cuando por fin iban a ser inseparables? Poco a poco, fue incapaz de inhalar aire, se estaba asfixiando, sin poder sollozar apenas, sin poder gritar. Los presentes en el cuarto llamaron rápidamente a una ambulancia. Pero a Antoinette todo le daba igual.
>>¿Qué era su vida sin él? Nada… Eso era lo que ella estaba repitiendo constantemente, en aquella habitación, en la ambulancia, en el hospital… Estaba siendo transportada a urgencias en una camilla mientras intentaba decir sus últimas palabras, aunque de sus labios solo podían salir sonidos imposibles de entender. Para cuando Velvet y Amanda llegaron al hospital, Antoinette Mansfield se había ido para siempre.
>>¿Causa de muerte? Un ataque cardíaco, también conocido como infarto agudo de miocardio. Consistía en un lento y silencioso taponamiento de las arterias que irrigan el corazón. El infarto de miocardio se produce cuando la pared del endotelio (depósito de lípidos debajo del tejido que reviste las arterias por dentro) se quiebra, y de esta manera se forma un coágulo que impide a la sangre oxigenada llegar al tejido cardíaco. Durante el transcurso del infarto, la falta de oxígeno que su corazón experimentó dañó el tejido cardíaco afectado de una manera irreversible, y Antoinette murió por asfixia. La magnitud de ese daño fue directamente proporcional al tiempo que transcurrió desde que se cortó el suministro de oxígeno… En otras palabras, en el momento en el que no podía respirar, dentro de la habitación, se había iniciado una cuenta atrás por salvar su vida… Y al final, como veis, no fue posible.

Nadie habló. Nadie quería hablar. Todos estaban consternados por lo que acababan de oír. Flourite sollozaba en silencio, en el pecho de Gabrielle, que la rodeaba con los brazos. Lena bajaba la cabeza, taciturna. Clave se abrazaba a sí mismo, hundiendo el rostro en sus piernas y Evil estaba más serio que de costumbre. Evan hacía lo posible por contener las lágrimas… No había conocido a Anthony, ni a Antoinette, pero la impresión de lo que acababa de escuchar era tan grande que su corazón estaba totalmente amedrentado. Klaus lanzó un suspiro, algo cohibido.
-No tendría que haber contado esto… ¿Verdad? Amanda y Velvet llevan cuatro años celebrando su aniversario, el día en el que por fin serían felices, el día de su boda. Se prometieron el uno al otro que lo harían en su memoria, fue un golpe muy duro…

Evan se puso en pie, y abandonó la habitación sin decir nada. Sentía un mareo desagradable, unas ganas imparables de borrar todo lo que había oído de su mente. Subió las escaleras tambaleándose levemente, con una mano en su frente, y con la otra apoyada en la barandilla, mientras ascendía.
El chico se tumbó en la cama sin fuerzas, y hundió la cabeza en la almohada. ¿Cómo podrían Velvet y Amanda aguantar la ausencia de Antoinette Mansfield y Anthony L. Reinhold? ¿Cómo podían aguantar sin llorar, sin acordarse constantemente de sus rostros, sin vivir anclados al pasado?... Él no podía imaginarlo. Simplemente, si a Evan le hubiese ocurrido algo parecido, probablemente no sabría qué sería de él. Sin ponerse siquiera el pijama, el muchacho cerró los ojos, intentando conciliar el sueño.

Intentar soñar con algo que no involucrase a Tony o a Netty––

Imposible. Era prácticamente imposible evitarlo. Aquella noche, solo tendría pesadillas.

***

Las bajas temperaturas azotaban las rugosas mejillas de Masterman. Ante una puerta de majestuoso acero, vestido con su uniforme desteñido de siempre, tenía que hacer guardia una noche más. Leslie, su golden retriever, fijaba la mirada en la vacía Hornsey Road.
Una noche más, ambos vigilarían la mansión Lancaster.
El hombre carraspeó fuertemente. Probablemente estaría algo constipado, debido al frío glacial. Incluso con una bufanda y unos guantes de cuero, la temperatura se filtraba a sus adentros. Era una sensación desagradable, pero él estaba bastante acostumbrado. Años de oficio… Décadas sirviendo a la familia Lancaster.

Al fondo de la calle se divisaba una silueta poro definida. Se oían sus pasos aproximándose, unos sollozos que se iban haciendo más sonoros. Masterman no le dio ninguna importancia. Él continuó firme. No obstante, escuchó los quejidos de Leslie. Su pelo se estaba erizando lentamente, y el animal mostraba sus fauces. Entonces comenzó a ladrar, cada vez más alto. El hombre golpeó suavemente la espalda del perro.
-Shhh… ¡Silencio, Leslie! Calla, chico, no es más que una mujer… -pero el animal estaba intranquilo. Sus ladridos eran fuertes y constantes. Masterman alzó la cabeza, observando detenidamente a la persona que se acercaba. La mujer en cuestión le produjo escalofríos.

Un largo vestido blanco de novia, cubierto de sangre…
Un cabello negro como la noche, oscilando al son del viento gélido…
Unos ojos verdes y redondos, cubiertos de lágrimas de un color cobrizo…
Un ramo de rosas rojas, ya putrefactas…
Masterman tragó saliva y retrocedió varios pasos, agarrando la correa de Leslie y obligándolo a echarse hacia atrás.

-¿Q-Quién…? ¿Quién eres tú?

La mujer no contestó. Lágrimas de sangre brotaban de sus ojos, resbalando por sus mejillas carentes de color. Levantó lentamente la mano y señaló al hombre con el ramo.
Su rostro, aunque hermoso, transmitió a Masterman más terror que ninguna otra cosa en el mundo.
-Tú… ¿Quieres escuchar mi miserable historia?
El grito agudo de Masterman se mezcló con los infernales sollozos de la mujer.

-La llorona-

-Continuará.

1 comentario:

  1. ;_______;... Noooo... Pobre Antoinette, pobre Anthony... ¡Cómo pueden ser tan desgraciados! Me ha dado muchísima pena, te las amañas para ablandarme el corazón, Arisu >___>
    De todas formas me ha encantado el capítulo. Aunque trágico, no deja de ser romántico. Me ha gustado mucho el momento del abrazo de Velvet y Amanda... <3

    ¿Y qué habrá pasado con Masterman? ó_o...

    ResponderEliminar