Jura.
Antes de que
esta luna creciente se derrita.
El tren se
detuvo con un lento sonido chirriante en la colosal estación de King's Cross.
Como todas las mañanas, la edificación se encontraba infestada de personas que,
con prisa, corrían de aquí allí sin apartar la vista del ansioso tic, tac de sus relojes. Los trenes iban y
venían, mientras una espesa cortina de humo grisáceo se escurría por entre las
columnas y los andenes. Era una mañana nublada, de un fin de semana totalmente
normal. Normal para todo el mundo, excepto para el joven Evan Hedwings.
El muchacho
agarró su equipaje de mano, su abrigo y su maleta y se dispuso a abandonar el
tren con una contagiosa ligereza. Para él, aquel día constituía un enorme
cambio en su vida de estudiante. Acababa de abandonar su lugar de nacimiento,
su ciudad natal, Liverpool, para proseguir con sus estudios de bachillerato en
Londres. Podía presumir de ser un alumno muy aplicado desde una muy temprana
edad, estudioso y de notas ejemplares, además de superarse una y otra vez en
sus propias calificaciones. Tal era su talento que todos los alumnos y
profesores se enorgullecían enormemente de acoger a Evan entre ellos, pues en
lugar de aborrecerle o incluso envidiarle, le tenían en una muy alta estima.
Pero aquellos días habían terminado para él. Abandonando lo que más amaba, Evan
se dirigía sin descanso hacia un brillante futuro, lleno de puertas abiertas.
Eran las doce y
media, la hora de coger el autobús y dirigirse a su nuevo hogar, junto a su tío
Velvet. Evan abandonó el andén y se dirigió a la parada más cercana. Hacía
muchos años que no tenía noticias de Velvet, y estaba ansioso por verle.
Después de todo, sólo lo había visto una vez en persona, en su morada, cuando
fue a hacerle una visita con su madre Lilith. Era para él un hombre de singular
amabilidad, pero a su vez rodeado por un halo de misterio... Jamás asistía a
las comidas familiares, ni se presentaba en los eventos importantes como bodas
o comuniones. Velvet Hedwings era una persona enigmática, un nombre que era a
menudo citado entre los familiares que, al igual que Evan, sabían poco o nada
sobre él. Pero el chico ardía en ganas de volver a escuchar su gentil voz, y de
verle esbozar su cortés sonrisa, ya que éste iba a ser su única compañía y
viceversa. Velvet siempre había vivido en solitario, en su solitaria y tétrica
mansión, en la solitaria Highbury Crescent, ubicada en el municipio de
Islington de Londres.
Una vez
adquirido el billete en una máquina expendedora y acomodado en un asiento del
autobús junto a la ventana, Evan se permitió dejar escapar un leve suspiro de
agotamiento. Después de tantas semanas de vacaciones no había
logrado re-acostumbrarse a madrugar, y sus profundas ojeras delataban
además sus dificultades para conciliar el sueño. El chico se frotó los ojos y
atendió a aquel paisaje que sólo había contemplado una vez en su vida, a la vez
que sus claros ojos acuosos y su oscuro cabello color índigo se reflejaban en
el empañado cristal. El tiempo en Londres sería, probablemente, peor que en
Liverpool, de eso no cabía la menor duda, y Evan se había preparado para el
cambio climático, comprando semanas antes de su marcha unas botas, un grueso
abrigo, dos pares de guantes y una abultada bufanda de lana. El autobús se puso
en marcha con un ruido sordo. La neblina que deterioraba los últimos días de
verano y la ligera lluvia impedían observar con claridad aquel paisaje, aquella
hermosa ciudad, ahora a rebosar de paraguas abiertos, coches levantando el agua
a su paso como pequeñas olas bravas y gente precipitándose ajetreada.
El autobús
torció hacia la derecha, abriéndose camino por Ronald's Road. De pronto dio una
fuerte sacudida y redujo considerablemente la velocidad, para detenerse en la
parada de dicha calle. Entonces a Evan se le ocurrió comprarle algo a su tío,
como presente de agradecimiento por el alojamiento y el mantenimiento que éste
le proporcionaría y también su hospitalidad, así que creyó conveniente bajarse
en aquel momento y continuar a pie, paseando su mirada por los comercios del
lugar. Dicho y hecho, recogió sus pertenencias y abandonó el medio de
transporte.
Al principio se
sintió un poco inseguro caminando por las calles desconocidas de Londres. Lo
único que recordaba con claridad era el amplio paseo colmado de árboles de
Highbury Crescent, un área verde, serena y con hogares individuales, con sus
respectivos jardines y plazas de aparcamiento. ¿Podría encontrar algo del gusto
de Velvet en aquella calle? De repente, un escaparate resolvió aquella duda. Tetería Cromwell, ponía en un bonito
cartel de color pastel, y tras la cristalera vislumbraban tazas de té de
diseño, teteras y numerosos paquetes con infusiones de todos los gustos y sabores.
A Velvet le encantaba el té, recordaba Evan. Su madre Lilith siempre le mandaba
a su hermano grandes cantidades de té negro, su favorito, pues ella viajaba
mucho, y procuraba comprarle siempre una bolsita de té, allí a donde iba. Así
pues, el chico se convenció de que aquel sería el regalo adecuado y, sin
pensarlo más, entró en la tienda. Aquel lugar transmitía una calma y silencio
envidiables. Era un cuarto pequeño, pero completo: amplias estanterías ocupaban
las paredes, y en ellas había innumerables baldas, cada una con varias cajas, y
en cada caja una docena de bolsitas de hojas molidas de múltiples
variedades y procedencias. Evan no sabía demasiado acerca de té, pero uno de
ellos llamó en especial su atención. Orange
Pekoe, ponía en la etiqueta de las bolsitas, y en la caja, de color
naranja, decía así 'PREMIUM BLACK TEA. ¡Disfrute del mejor té
ceilandés! Directamente importado desde Sri Lanka'. El muchacho cogió la
caja con ambas manos y terminó por convencerse de que ése sería su regalo, de
modo que la llevó al mostrador, donde una joven dependienta de cortísimo
cabello negro le atendió con amabilidad.
-Para regalo,
por favor. -avisó Evan. La mujer asintió enseguida y entró a un cuarto que
había justo tras el mostrador, en busca de papel de regalo. Volvió enseguida,
sin perder la sonrisa.
-Tienes muy buen
gusto, muchacho -le dijo mientras forraba el paquete con un papel ornamentado
con rosas, y lo guardaba después en una elegante bolsa con la dirección de la
tienda-. El Orange Pekoe es,
de hecho, uno de nuestros tés más populares, ¿sabes? Es una de nuestras mayores
ventas. Son catorce libras con cincuenta peniques, por favor.
Le entregó a
Evan el paquete en mano, mientras éste le entregaba el dinero justo y
abandonaba la tienda consultando su reloj de pulsera. La dependienta se
despidió de él con un dulce 'Muchas gracias por su compra'.
El chico sentía
la maleta cada vez más pesada. Después de haber madrugado tanto y llevar varias
horas de viaje, largas y agotadoras, el cansancio era inminente. Evan se
precipitó calle arriba, hacia el norte. Tan sólo deseaba llegar a la mansión,
su nuevo hogar, y así descansar y reponer fuerzas. La temperatura había bajado
drásticamente desde que había bajado del autobús, aunque al estar dentro de la
tienda, ni siquiera se había dado cuenta de ello. El frío parecía perforar su
abrigo de cuero negro y sus botines, del mismo material. Evan se subió la
cremallera del abrigo hasta el cuello y continuó caminando, hasta llegar, por
fin, al verde Highbury Crescent.
Era exactamente
igual que en sus recuerdos, aunque debido a las temperaturas, las personas que
caminaban por la acera de sus calles se podían contar con los dedos de una
mano. Las casas de la zona eran antiguas, pero a su vez muy elegantes, y en sus
jardines había mesas con sus respectivas sillas para tomar el té de la tarde,
aunque Evan estaba seguro de que esta vez, los lugareños preferirían tomar sus
infusiones dentro de casa, junto a la chimenea, en lugar de helarse en el
exterior. Al fin, tras agudizar un poco la vista, el chico divisó la mansión victoriana de
su añorado tío, entre dos casas a las que, por su tamaño, les hacía sombra.
El oscuro edificio se alzaba, viejo y
noble, sobre el resto de las vivientas de la zona. Estaba construido de
madera opaca y resistente, y se dividía en el ala este y oeste. Constaba de dos pisos y tres torres: dos de ellas se
encontraban situadas a ambos lados de la morada, y la tercera, la más alta y
esbelta de todas, en el centro. En su tejado continuaba colocada
aquella vieja y chirriante veleta, tal y como Evan recordaba haber visto la
única vez que visitó la mansión. Giraba y
giraba en torno a sí misma, dejando al chico hechizado por la belleza de la
oxidada luna color ónix que pendía de su punta.
A pesar de su
vetusta hermosura, la mansión transmitía cierta inseguridad e incluso
desasosiego. Se veía tan silenciosa... A veces incluso parecía deshabitada.
Evan cruzó el
jardín en silencio y subió con lentitud los peldaños de la entrada, que
emitieron un molesto sonido cuando éste los pisó. Aquello delató su decrepitud.
Contempló una vez más el exterior de su nuevo hogar, como si de alguna manera
no estuviera seguro de entrar, y fijó su mirada en la puerta. Alta y maciza,
estaba ataviada con un enorme rombo de una madera más nítida que la del resto
de la casa. Junto a ella, había una vieja campana de cobre, sucia y oxidada en
gran parte. Evan deslizó sus dedos por ella, y definitivamente la tocó un par
de veces.
Ding, dong, ding, dong...
No
hubo contestación.
El
chico enarcó las cejas, extrañado por aquel sepulcral silencio que se cernía en
la mansión. Entonces recurrió a dar un par de suaves golpecitos en la puerta. Y
nuevamente el silencio se hizo rey. Quizás su tío estaba enfrascado en alguna
tarea, lo suficiente como para no darse cuenta de que aquel día llegaba su
sobrino... Pero Evan ni siquiera sabía de qué trabajaba Velvet, o si, para
empezar, tenía algún empleo. No se había asegurado de saber si éste se
encontraría en casa en aquel instante, o si había salido a hacer algo. Probó
otra vez, golpeando con un poco más de insistencia, y esta vez la puerta cedió
y se abrió hacia adentro rechinando de una manera un tanto desagradable.
El
interior de la casa estaba tan oscuro y desierto que Evan se quedó un rato en
el umbral, sin moverse. Estaba absorto. ¿Cómo podía olvidarse Velvet de cerrar
la puerta de su propia casa? Entonces entró. Las luces del vestíbulo estaban
apagadas y las persianas de sus ventanas bajadas; lo único que brindaba
luminosidad era la tenue luz de aquella nublada mañana. Evan sintió un
escalofrío recorrer su cuerpo mientras depositaba la maleta junto a un perchero
que había a su izquierda y colgaba en él su abrigo.
El
muchacho anduvo con cautela por el recibidor, observando nervioso todo lo que
había a su alrededor. había dos enormes puertas al fondo de él, y a ambos lados
había una escalinata tan grande e ilustre como pocas había visto en su vida.
Las escaleras se unían en el próximo piso, y llevaban a la misma puerta que en
aquel entonces estaba cerrada, tras la barandilla. La lámpara de la sala estaba
tan polvorienta que parecía que no la hubiesen limpiado en siglos. Evan pensó
en buscar el interruptor, pues no se sentía especialmente a gusto en la
tenebrosidad del edificio. De modo que comenzó a buscar...
...Pero
se hallaba tan entretenido que no se percató de que se oía el retumbar de unos
lentos pasos en el piso superior.
Y
aquellos pasos, poco a poco, fueron volviéndose más cercanos. Evan reaccionó al
oír crujir la vieja madera que se hallaba tras la puerta a la que se llegaba
subiendo la escalinata. ¿Sería Velvet? Quizás acababa de despertarse. Evan se
sonrió y se acercó a las escaleras de la izquierda, dispuesto a subir. Pero
entonces escuchó una fuerte y perturbada respiración. Reaccionó oscilando, y
retrocediendo despacio hasta chocar con la puerta principal de la mansión, que
se cerró de golpe estrepitosamente. El muchacho se giró angustiado para
abrirla, pero por más que se esforzó, esta vez no consiguió abrirla.
-¿Velvet?
-preguntó Evan mientras giraba el picaporte sin resultado-. ¿Velvet? ¡¿Eres
tú?! -pero la pregunta que formuló se ahogó en el silencio. Un sudor frío
recorrió su frente. Estaba dominado por los nervios... La puerta se abrió,
dando paso a lo que probablemente sería la tibia luz de una lámpara de aceite-.
¡Velvet! -y se giró para ver de quién se trataba.
No.
Aquella persona no era, desde luego, Velvet. Era un rostro desconocido para
Evan. La lámpara iluminó un rostro pálido de ojos ojerosos de un gris
centelleante que se clavaban tanto en el chico que parecía que en cualquier
momento iban a salirse de sus órbitas. Su piel se hallaba atrozmente cosida en
varios lugares, así como su cabello, que a pesar de ser de la misma tonalidad
que sus ojos, contenía medio flequillo largo y azul oscuro, al igual que un
mechón extenso de vello que le ocultaba su oreja derecha. Evan se quedó
petrificado al contemplar esa extraña figura que sujetaba con manos temblorosas
la lámpara de aceite. Parecía un joven de una edad similar a la de él, pero su
cara estaba tan demacrada que daba un aspecto lúgubre y pavoroso. Aquel chico sonrió
con un gesto insano y abrió la boca débilmente, formulando varias palabras que
Evan era incapaz de entender al principio, pero que poco a poco cobraron
sentido.
-A... A-Alma...
-murmuró con un hilo de voz. Después, sopló suavemente logrando apagar la
lámpara, sumiendo el vestíbulo en la oscuridad otra vez. Pero en medio de tanto
negro, relucían unos ojos
grises encaprichados de Evan. La lámpara cayó al suelo y rodó vertiginosamente
escaleras abajo-. Un alma -repitió-. Y parece deliciosa...
Evan
se giró presa del pánico y volvió a aporrear la puerta con el propósito de
abrirla, pero todo era en vano. Apenas entendía nada, pero sólo quería salir de
allí. Le gustaría saber dónde estaba Velvet, quién era aquel extraño, qué
estaba ocurriendo... Y por qué. Pero lo importante en aquel preciso instante
era salir de esa casa y llamar a su tío para aclararlo todo.
El otro joven, con los
ojos aún fijos en su presa, posó sus manos en la barandilla y rió con malicia.
Después subió una pierna y, con un impresionante impulso, saltó hacia Evan, que
gritó desesperado al escuchar aquel sonido y alzó los brazos hacia delante.
Hubo un largo forcejeo por parte de los dos en el que no había claro ganador.
Ambos jóvenes trataban de zafarse de las garras del enemigo.
Sin embargo, el
contrincante de Evan, ansioso, parecía haber perdido el total dominio de sí
mismo; no se detendría hasta conseguir lo que quería. Y parecía desear un alma. Entonces abrió la boca de
par en par, y mostró una hilera de dientes tan afilados que parecían los de un
tiburón blanco, que clavó violentamente en el brazo derecho de Evan,
inmovilizándolo. El chico profirió tales gritos que sería capaz de despertar a
un muerto, mientras intentaba por todos los medios liberar su otro brazo para
golpear al enemigo. Notaba la profundidad de su herida, como su brazo chorreaba
aquel líquido cálido y carmesí. El otro muchacho dejó entonces de morder y
agarró con ambas manos el cuello de un debilitado Evan. Comenzó a apretar con
fuerza.
Los dos chicos cayeron
al suelo con un sonido atronador. Mientras el extraño proseguía en su intento
de ahogarle, Evan comenzó a sentir la falta de respiración; no podía
defenderse. Los dedos que apretaban su cuello eran delgados y largos, pero
hercúleos. Su brazo derecho continuaba perdiendo sangre, y por mucho que
agarraba las manos del otro con el izquierdo, no podía quitarse de encima tan
robustas manos. No podía más...
La vista de Evan
comenzaba a nublarse. Perdía la noción del tiempo y el espacio... Cerró los
ojos, e intentó volver a abrirlos y rebelarse contra aquel chico, pero no se
veía capaz. La mirada ávida de alma del otro muchacho, su boca refulgente de
sangre...
-¡CLAVE! -se escuchó
una voz adulta haciendo eco en el vestíbulo, pero Evan no sabía ya de dónde
provenía. El joven que intentaba ahogarle le soltó inmediatamente y se volvió
aterrado, mientras se agarraba la cabeza con ambas manos. Evan tosió con fuerza
en cuanto se sintió libre de la prisión de su adversario, y entornó los ojos
después. La última imagen que recordó fue la visión borrosa de su tío,
corriendo hacia él-. Evan, no, no... Resiste... E... Van...
***
-¡Evan!
El muchacho abrió los
ojos sobresaltado. No sabía dónde estaba, pero intentó incorporarse y sintió un
intenso dolor en el brazo derecho, ya vendado. Estaba tumbado, arropado por una
fina manta. Miró en todas las direcciones posibles, tratando de adivinar dónde
demonios estaría exactamente.
Se encontraba en un
sofá atezado, junto a la incandescente llama del fuego de una chimenea de roca
plomiza. Con un poco de esfuerzo, se levantó valiéndose de su otro brazo y se
encontró a Velvet, de pie, frente a él. No había cambiado apenas. El hombre
seguía manteniendo ese cabello castaño y rebelde, y aquellos ojos de profundo
color aceituna. Su rostro era jovial y nada longevo, y como siempre, llevaba
una sonrisa dibujada en él. Vestía un elegante traje beige, y una enorme
chistera a juego, de la que pendía un lazo carmesí. Dirijo a su sobrino un
cálido gesto, se aproximó a él y le dio un abrazo, con extremo cuidado para no
hacerle daño.
-Menos mal que estás
bien -suspiró, aliviado. Se quedó abrazado a él durante unos segundos, pero
rápidamente se separó de él unos centímetros y le estudió con la mirada-.
Cuánto has crecido, Evan. No te veía desde hace tantos, tantos años... -Velvet
acarició los hombros del muchacho. Evan observó a su alrededor; debían de estar
en una especie de salón comedor. Tras el sofá había una amplia mesa, larga y
acompañada de unas catorce sillas prominentes. Al fondo de la sala había una
cocina, bastante moderna para la antigüedad del resto de la casa. Y justo
delante de ella, había varias personas, también desconocidas para el chico. No
parecían de fiar... Le daban malas vibraciones. Miraban a Evan como si penetrasen
en su interior, con aquellas hostiles y fijas miradas. Entre la extravagante
multitud, se hallaba aquel chico que le había atacado con anterioridad. Se zafó de su tío en una reacción de terror.
-¡Espera! -Evan se
separó con brusquedad, atemorizado, y señaló al extraño muchacho-. ¿Quiénes son
ellos, Velvet? ¿Quiénes? ¡Uno de ellos! ¡Uno de ellos por poco me ahoga! ¡Ha
estado a punto de conseguirlo! -vociferó a la vez que palpaba su propio cuello,
entonces lleno de marcas encarnadas de dedos. Velvet se encogió de hombros y
miró al grupo de desconocidos. Después se giró hacia Evan de nuevo.
-Tranquilo, Evan,
tranquilo. No van a hacerte nada, ¿de acuerdo? Puedes tranquilizarte -el
muchacho sentía su corazón a mil, y ni siquiera las palabras de su tío podían
tranquilizar el enorme pavor que contenía en su interior.
-Pero...
-Tengo que hablarte de algo -Velvet se dirigió a la
mesa y tomó asiento. En una fracción de segundo, su personalidad parecía haber
cambiado completamente. Chasqueó los dedos e inmediatamente, una jovencita de
pelo color salmón e innumerables vendas en su rostro (ocultando su ojo
derecho), brazos y las piernas entró en la cocina y salió de ella con una
enorme bandeja que llevaba una tetera y varios vasos. Sirvió té a Velvet y,
acto seguido, retrocedió unos pasos-. Siéntate conmigo, Evan. -se colocó
correctamente su distinguida chistera y se llevó el vaso a los labios, mientras
esperaba alguna reacción por parte de su sobrino.
Evan no entendía nada,
pero se puso en pie con algo de esfuerzo. Sentía el cuerpo denso y pesado, daba
la impresión de que llevaba mucho tiempo en reposo. ¿Qué hora sería? Avanzó
despacio, intentando ignorar las miradas de los demás y se sentó frente a su
tío. Por un momento se sintió lleno de dudas, de incógnitas. También sintió
cierto recelo hacia Velvet. ¿Por qué tanto secretismo? ¿A qué venía tanto
misterio?
-¿Quieres un poco de
té, Evan? -preguntó el hombre alegremente.
-No; gracias. No me
gusta demasiado -respondió tajante. Velvet dejó la taza en la mesa y observó a
Evan, como intrigado-. ¿Por qué no me explicas qué ha ocurrido? Por qué he sido
atacado. Y quiénes son ellos -miró
con absoluta desconfianza a los jóvenes presentes en la sala-. Lo que ha
sucedido antes... No he entendido nada -alzó su brazo vendado-. Ni siquiera ha
parecido... humano.
-Exactamente -contestó
su tío, y sin esperar una respuesta por parte de Evan, él mismo prosiguió-. Me
gustaría que escuchases mi explicación de principio a fin, antes de decir nada,
¿sí? -sonrió con amargura-. Aunque supongo que a todos los humanos, totales o
no, les parece, en principio, un disparate.
-¿Totales? -repitió el
muchacho, aturdido.
-Sí. Verás, tú posees
algo que te diferencia de los humanos corrientes. Como sabrás, los humanos
poseemos alma. Esta entidad inmaterial e invisible sí existe, a diferencia de
lo que se diga o se crea sobre ella. Las propiedades y las características del
alma varían según la persona y la tuya, Evan, es un alma muy poderosa -explicó
con seriedad. Evan abrió los ojos con sorpresa, y quiso preguntar todas las
cuestiones que le venían a la cabeza, pero se lo pensó dos veces y guardó
silencio-. Tal es su lozanía que atrae a muchas criaturas, deseosas de hacerse
con ella. Los conocemos como entes
paranormales. ¿Me sigues? -el muchacho asintió con la cabeza y Velvet le
sonrió complacido-. Bien. Todos los que se encuentran en esta sala, contigo y
conmigo, son entes. Algunos entes tienen un origen desconocido, pero algunos
otros fueron humanos y se convirtieron en entes después de muertos. Otros son semientes, y conservan cierta esencia humana
en ellos. Pero todos pertenecen al mismo grupo. -puso los brazos en
jarras y el chico se sintió tan impresionado como acobardado-. Por eso
Clave, nuestro nuevo huésped, no ha podido resistirse a 'hincarte el diente'.
Los entes son seres oscuros en su gran mayoría, se alimentan de distintos
componentes, pero el plato favorito de muchos de ellos son los humanos,
especialmente los humanos como tú, Evan. Porque no eres una persona normal y
corriente, a diferencia de lo que crees. Eres alguien que no es un ente, pero
tampoco un humano en su totalidad. Eres un humano parcial. Es... como una
especie de término medio, pues los humanos parciales tienen una serie de poderes que son
distintos en cada persona...
-¡Un momento, por
favor! -pidió Evan sobresaltado. ¿No era del todo humano? ¿Qué quería decir con
eso? Se le hacía todo muy extraño e incluso inconexo, pero desde el principio
se estaba creyendo todo lo que Velvet le contaba. ¿Realmente era cierto? Sintió
que necesitaba más pruebas. Más argumentos... Quería estar seguro de que no era
una mentira-. ¿Cómo sabes todo esto? ¿Por qué... Por qué sabes cuánto poder
contiene mi alma? ¿A ti te pasa lo mismo?
-No; pero yo puedo
verlo todo -Velvet se regocijó en la silla mientras disfrutaba de la
estupefacción de Evan. Éste deseó preguntarle, pero su tío le dio la respuesta
de otra manera. se quitó la chistera con lentitud, dejando al descubierto algo
que, para Evan, era totalmente imposible de creer.
Un ojo, un enorme ojo
de esclerótica negra e iris dorado se movía inquieto, mirando hacia todas las
direcciones en el centro de la frente de Velvet. Era un movimiento tan
vertiginoso pero a su vez tan sombrío... Evan apartó la vista de una forma
desapacible, y provocó la risa de su tío, que dejó la chistera junto al vaso.
Entonces el chico cayó en la cuenta de que la única vez que había visto a su
tío había sido con una chistera. Y aquel pequeño 'secreto' del hombre era la
respuesta a muchas preguntas. Ahora entendía por qué nunca estaba con la
familia ni en las celebraciones, por qué vivía solo...
-Este ojo me permite
ver más allá de lo que los ojos sencillos pueden detectar; de este modo, puedo
diferenciar a los humanos totales de los parciales -continuó Velvet, bebiendo otro sorbo
de té. Esta vez se alargó unos segundos más-. Ahora vamos a algo mucho más
serio, y más grande que esta materia. Estos entes están emplazados en todos los
lugares que puedas imaginar: están por todo el mundo. Criaturas de mitos y
leyendas, de historias antiguas para asustar a los niños... Existen, tienen
vida. No sabemos exactamente por qué, pero su existencia es un hecho. Y aunque,
como ya te he dicho, no todo el total de entes es perverso, la generalidad sí
lo es. Imagino que te figurarás que esto es un problema para nuestra sociedad.
-al corazón de Evan le dio tal vuelco que le pareció que iba a salírsele del
pecho. De repente le invadió un enorme sentido de la justicia. ¡Había que hacer
algo!
-¿Y pensamos quedarnos
de brazos cruzados ante esto? ¡Entonces todos estamos en peligro, Velvet...!
-gritó el muchacho, histérico. Pocas veces se ponía así, pero le pareció que la
situación lo requería. No daba crédito a que su tío permaneciese tan tranquilo
ante tal catástrofe. Evan se puso en pie y golpeó la mesa con el brazo derecho.
Inmediatamente se arrepintió de haberlo hecho, pues el dolor volvió a aflorar-.
¿No hay nada que se pueda hacer?
-Siéntate -ordenó
Velvet, y el muchacho no tuvo más remedio que hacerlo. Esperó en silencio a que
el hombre se dignase a seguir con su explicación-. Por supuesto, hay una
organización estrictamente confidencial que tiene por objetivo detener
este misterioso complot. Es evidente que alguien está moviendo los hilos desde
las sombras; esto no sucede por arte de magia. Por esta razón, la meta de dicha
organización, que expande sus raíces por todos los confines del mundo, es
investigar el origen de los entes paranormales, detener sus actos y destruirlos
-explicó con solemnidad-. Claro que este no es un trabajo que cualquiera pueda
hacer. Sólo los humanos parciales pueden hacerse cargo de investigar
y combatir a los entes. Y aquí viene lo que yo te quería proponer.
Evan podía hacerse una
clara idea de lo que venía a continuación.
Su tío extrajo del
bolsillo de su pantalón una tarjeta y la colocó sobre la mesa, para que Evan
pudiese contemplarla adecuadamente. Era gris y reluciente, y con un llamativo
grabado a blanco en el reverso, sobre un estampado de lunas plateadas: 'Black·Moon~Company'.
-A grandes rasgos,
Evan, me gustaría que colaborases en la causa, y que trabajases para mí
-ofreció. El chico, sin embargo, no respondió-. Es un papel que sólo los
humanos como tú pueden desempeñar. Dado a que yo dirijo la Black·Moon~Company, una entidad
de las muchas que forman la organización, quiero que estés a salvo de los
entes, y por ello quiero mostrarte como plantar cara a estos seres, cómo
defenderte de ellos. No quiero que mi sobrino corra ningún peligro en este gran
rompecabezas -Velvet alargó la mano hacia su sobrino-. Quiero que te unas a la
línea de batalla. Que te conviertas en investigador,
un humano que averigua información sobre los entes, para poder resolver este puzzle y a su vez derrota
a los que le resultan una amenaza. Dime, Evan -el tercer ojo del hombre detuvo
sus movimientos para observarle con atención-, ¿querrás convertirte en el
primer investigador de 'Black·Moon~Company'?
Evan se quedó callado
un rato antes de contestar.
-Bueno... -suspiró
indignado-. Como bien has dicho, siendo investigador o sin serlo, no tengo una
seguridad garantizada. Correré peligro de cualquiera de las maneras. Y no
pienso dejar que nadie devore mi alma -Evan sonrió y se puso en pie,
estrechando la mano de su tío, fuertemente-. Además, ¿qué clase de sobrino es
el que no ayuda a su único tío, cuando este se lo solicita?
-No esperaba menos de
ti -el hombre se levantó de su silla, y nuevamente se colocó su chistera-.
Entonces procederemos a convertirte en investigador, pero antes de eso...
-Velvet se giró hacia todos aquellos que se hallaban en la sala, silenciosos y
estáticos como estatuas-. Te presentaré a los huéspedes de esta mansión. Son
entes a favor de la compañía. Mientras no tengan ninguna malicia, creo que
tienen todo el derecho a seguir con vida, ¿no crees? Puedes confiar plenamente
en ellos -Evan prestó atención a todos y cada uno de ellos. Eran tan distintos
los unos de los otros...- Esta chica es Flourite Applewhite, es de la categoría esqueleto, aunque tan sólo
está formado a medias. Puedes ver que todavía conserva gran parte de su
apariencia humana -la chica de agraciado rostro que con anterioridad había
servido el té sonrió con timidez, y enseguida apartó la mirada, sonrojándose-.
Esta otra es Gabrielle Adèlaide VII. Es una vampiresa, proveniente de Francia -Gabrielle
poseía un cuidado y larguísimo cabello lila que finalizaba en los tobillos,
ondulado y reluciente. Sus ojos eran hermosos pero a su vez amenazantes,
profundo color carmín. Llevaba un vestido verde que recordaba a la época victoriana,
con un ajustado corsé bien ceñido a su delgada cintura. Su rostro no mostraba
demasiada simpatía-. Ella -señaló a una chica alta, de aspecto más adulto-, se
llama Lena van Zolock, una licántropo -Lena, de pelo corto, desenfadado
y color azabache saludó a Evan con energía. Tenía una peluda cola y curiosas
orejas de lobo-. Y nuestros chicos son los siguientes, Owen Vreeland...
-Te dije que ya no era
Owen, sino EVIL -respondió el muchacho con desgana-.
No quiero seguir usando mi patético nombre humano -era delgado y bastante alto.
Su tez era blanca como la nieve, y su pelo, negro como el carbón. Sendos
rencorosos ojos amarillos se veían cruzados por una cicatriz ensangrentada. Las
partes visibles de su cuerpo mostraban innumerables heridas de sangre seca, y
pareció molestarse al ver que Evan no podía quitarle el ojo de encima.
-Cierto, perdón, Evil,
¡ya sabes cómo es mi memoria! -rió Velvet-. Él es un zombie, los habrás visto
en muchas películas, ¿verdad? Y por último tenemos a Clave Abingdon. Él es, al
igual que Evil, un zombie,
aunque está bastante claro que murieron en circunstancias muy diferentes -Evan
se estremeció al ver de nuevo el rostro cosido de su agresor. Sin embargo, en
aquel momento parecía poco más que un ratón indefenso. Su expresión delataba
arrepentimiento, o pena, y se abrazaba a sí mismo, ademán que parecía hacer
para protegerse de él mismo-. Te ruego que disculpes lo de antes. Aún le cuesta
controlar sus impulsos... A veces no puede evitar abalanzarse sobre los humanos parciales. Pero le ayudaremos a
corregirlo, ¿verdad? -Velvet acarició la cabeza de Clave con ternura-. Y ahora,
Evan, llega tu momento. Comenzaremos el proceso de convertirte en investigador.
Seguidme todos, vamos.
Velvet se dirigió a la
pared que había a la derecha de la chimenea y levantó con esfuerzo el enorme
cuadro de una anciana. Tras él se descubrió una puerta. Al abrirla se mostró
una larga escalinata que Evan, Velvet y los demás descendieron con lentitud. El
crujido de los peldaños y el misterio de lo que iba a suceder recorrían la
mente del muchacho. A sus pies apareció una habitación bastante pequeña y
descuidada, únicamente iluminada por la luz de un polvoriento candelabro
colocado en una mesa de escritorio desordenada, con los cajones desencajados.
Había sobre él documentos, libros folios sueltos y muchos utensilios bizarros,
y se habían esparcido con el tiempo por toda la habitación, decorando gran
parte del suelo. En la pared del fondo había un símbolo muy extraño: se
componía de una esfera perfecta dentro de dos cuadrados, uno horizontal y el
otro girado unos 90º, que formaban un octógono. Dentro del círculo había varias
inscripciones en una extraña lengua que Evan era incapaz de entender.
El chico no entendía
qué iban a realizar exactamente en aquella habitación que, al parecer, nadie
había pisado en mucho, mucho tiempo. Lena se acercó a Evan y le propinó un
pequeño empujón hacia la pared del símbolo, mientras los demás retrocedían y se
mantenían alejados de allí. La licántropo anduvo hacia la mesa y apartó los
abundantes aparejos y cachivaches hasta dar con lo que estaba buscando en un
principio: una daga. Era muy pequeña y su empuñadura de plata llevaba grabada
una media luna. Sacudió la cortina de polvo de la mesa meneando fuertemente su
cola y se aproximó a Evan. Éste no pudo evitar echarse hacia atrás.
-¡No te asustes!
-sonrió ella-. Sólo te dolerá un poquito -le dijo, casi susurrándoselo,
mientras cogía la mano izquierda del muchacho y extendía su dedo índice. La
corta hoja de la antigua arma blanca ocasionó un leve corte, del que pronto
comenzó a brotar un delgado hilito de sangre-. Ya está, ¿ves? -y se giró hacia
Velvet-. Está listo.
-Perfecto, Lena
-contestó el hombre con una amplia sonrisa-. Bueno, Evan, ahora podemos dar
comienzo a tu transformación. Deberás firmar el contrato de sangre... Mientras
yo te formulo el juramento.
-Opening-
-Continuará.
¡Ya lo acabo de leer!
ResponderEliminarAunque valla despacio no quiere decir que no me guste o que no valla a seguir tu historia, nada de eso. Pero como la lectura no es lo mío me cuesta ponerme a ello.
Aun así me encanta, y sí me gustaba un montón en cuaderno, ¡ahora esta historia sobrepasa la perfección!De verdad te digo que es una pasada y que me gusta mucho, y que evidentemente seguiré leyéndola.
: D
Asdafasda <3.
ResponderEliminarMe alegro de que de guste ^w^ No te preocupes por leer más rápido o más despacio, yo me conformo con que lo hagas *-* Me hace mucha ilusión y me siento muy halagada de que te guste.
Y ahora, ¡hala, a seguir con el tercero! <3
¡Mañana empezaré con el segundo!
ResponderEliminarTengo ganas de que esta historia tuya esté avanzada ya y saber como es en el futuro ><
Huhuhu~ Hay cosas que he cambiado bastante desde que decidimos escribir en los blogs. ¡Ya verás! Espero que disfrutes ^w^
ResponderEliminarNuestras historias es verdad que han cambiado bastante desde que las escribimos en el blog, ¡Son mejores!
ResponderEliminarAdemás, ahora las estamos haciendo famosas xD
Jo, y tanto que han cambiado x3 ¡Me encanta cómo están cambiando! Estoy muy orgullosa del trabajo que ambos hemos hecho. ¡Ahora sólo falta promocionar! >:D
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el capítulo, Lizzy (òwó)/ Tienes madera para esto, ¿eh?
ResponderEliminarEvil es un capullo, creo que me va a caer bien >8D Y Lena otro tanto~
¡Seguiré leyendo y ya te iré contando! :3
Mientras tú sigas escribiendo, tus personajes seguirán girando en la rueda de la vida para la que tú les creaste. No dejes de escribir
ResponderEliminarMientras tú sigas escribiendo, tus personajes seguirán girando en la rueda de la vida para la que tú les creaste. No dejes de escribir
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