Contador.

contador de visitas
contador visitas Gracias por visitar esta tétrica mansión.

domingo, 4 de septiembre de 2011

. Lunario I . -OPENING-

Jura.

Antes de que esta luna creciente se derrita.


El tren se detuvo con un lento sonido chirriante en la colosal estación de King's Cross. Como todas las mañanas, la edificación se encontraba infestada de personas que, con prisa, corrían de aquí allí sin apartar la vista del ansioso tic, tac de sus relojes. Los trenes iban y venían, mientras una espesa cortina de humo grisáceo se escurría por entre las columnas y los andenes. Era una mañana nublada, de un fin de semana totalmente normal. Normal para todo el mundo, excepto para el joven Evan Hedwings.
El muchacho agarró su equipaje de mano, su abrigo y su maleta y se dispuso a abandonar el tren con una contagiosa ligereza. Para él, aquel día constituía un enorme cambio en su vida de estudiante. Acababa de abandonar su lugar de nacimiento, su ciudad natal, Liverpool, para proseguir con sus estudios de bachillerato en Londres. Podía presumir de ser un alumno muy aplicado desde una muy temprana edad, estudioso y de notas ejemplares, además de superarse una y otra vez en sus propias calificaciones. Tal era su talento que todos los alumnos y profesores se enorgullecían enormemente de acoger a Evan entre ellos, pues en lugar de aborrecerle o incluso envidiarle, le tenían en una muy alta estima. Pero aquellos días habían terminado para él. Abandonando lo que más amaba, Evan se dirigía sin descanso hacia un brillante futuro, lleno de puertas abiertas.

Eran las doce y media, la hora de coger el autobús y dirigirse a su nuevo hogar, junto a su tío Velvet. Evan abandonó el andén y se dirigió a la parada más cercana. Hacía muchos años que no tenía noticias de Velvet, y estaba ansioso por verle. Después de todo, sólo lo había visto una vez en persona, en su morada, cuando fue a hacerle una visita con su madre Lilith. Era para él un hombre de singular amabilidad, pero a su vez rodeado por un halo de misterio... Jamás asistía a las comidas familiares, ni se presentaba en los eventos importantes como bodas o comuniones. Velvet Hedwings era una persona enigmática, un nombre que era a menudo citado entre los familiares que, al igual que Evan, sabían poco o nada sobre él. Pero el chico ardía en ganas de volver a escuchar su gentil voz, y de verle esbozar su cortés sonrisa, ya que éste iba a ser su única compañía y viceversa. Velvet siempre había vivido en solitario, en su solitaria y tétrica mansión, en la solitaria Highbury Crescent, ubicada en el municipio de Islington de Londres.
Una vez adquirido el billete en una máquina expendedora y acomodado en un asiento del autobús junto a la ventana, Evan se permitió dejar escapar un leve suspiro de agotamiento. Después de tantas semanas de vacaciones no había logrado re-acostumbrarse a madrugar, y sus profundas ojeras delataban además sus dificultades para conciliar el sueño. El chico se frotó los ojos y atendió a aquel paisaje que sólo había contemplado una vez en su vida, a la vez que sus claros ojos acuosos y su oscuro cabello color índigo se reflejaban en el empañado cristal. El tiempo en Londres sería, probablemente, peor que en Liverpool, de eso no cabía la menor duda, y Evan se había preparado para el cambio climático, comprando semanas antes de su marcha unas botas, un grueso abrigo, dos pares de guantes y una abultada bufanda de lana. El autobús se puso en marcha con un ruido sordo. La neblina que deterioraba los últimos días de verano y la ligera lluvia impedían observar con claridad aquel paisaje, aquella hermosa ciudad, ahora a rebosar de paraguas abiertos, coches levantando el agua a su paso como pequeñas olas bravas y gente precipitándose ajetreada.
El autobús torció hacia la derecha, abriéndose camino por Ronald's Road. De pronto dio una fuerte sacudida y redujo considerablemente la velocidad, para detenerse en la parada de dicha calle. Entonces a Evan se le ocurrió comprarle algo a su tío, como presente de agradecimiento por el alojamiento y el mantenimiento que éste le proporcionaría y también su hospitalidad, así que creyó conveniente bajarse en aquel momento y continuar a pie, paseando su mirada por los comercios del lugar. Dicho y hecho, recogió sus pertenencias y abandonó el medio de transporte.

Al principio se sintió un poco inseguro caminando por las calles desconocidas de Londres. Lo único que recordaba con claridad era el amplio paseo colmado de árboles de Highbury Crescent, un área verde, serena y con hogares individuales, con sus respectivos jardines y plazas de aparcamiento. ¿Podría encontrar algo del gusto de Velvet en aquella calle? De repente, un escaparate resolvió aquella duda. Tetería Cromwell, ponía en un bonito cartel de color pastel, y tras la cristalera vislumbraban tazas de té de diseño, teteras y numerosos paquetes con infusiones de todos los gustos y sabores. A Velvet le encantaba el té, recordaba Evan. Su madre Lilith siempre le mandaba a su hermano grandes cantidades de té negro, su favorito, pues ella viajaba mucho, y procuraba comprarle siempre una bolsita de té, allí a donde iba. Así pues, el chico se convenció de que aquel sería el regalo adecuado y, sin pensarlo más, entró en la tienda. Aquel lugar transmitía una calma y silencio envidiables. Era un cuarto pequeño, pero completo: amplias estanterías ocupaban las paredes, y en ellas había innumerables baldas, cada una con varias cajas, y en cada  caja una docena de bolsitas de hojas molidas de múltiples variedades y procedencias. Evan no sabía demasiado acerca de té, pero uno de ellos llamó en especial su atención. Orange Pekoe, ponía en la etiqueta de las bolsitas, y en la caja, de color naranja, decía así 'PREMIUM BLACK TEA. ¡Disfrute del mejor té ceilandés! Directamente importado desde Sri Lanka'. El muchacho cogió la caja con ambas manos y terminó por convencerse de que ése sería su regalo, de modo que la llevó al mostrador, donde una joven dependienta de cortísimo cabello negro le atendió con amabilidad. 
-Para regalo, por favor. -avisó Evan. La mujer asintió enseguida y entró a un cuarto que había justo tras el mostrador, en busca de papel de regalo. Volvió enseguida, sin perder la sonrisa.
-Tienes muy buen gusto, muchacho -le dijo mientras forraba el paquete con un papel ornamentado con rosas, y lo guardaba después en una elegante bolsa con la dirección de la tienda-. El Orange Pekoe es, de hecho, uno de nuestros tés más populares, ¿sabes? Es una de nuestras mayores ventas. Son catorce libras con cincuenta peniques, por favor.
Le entregó a Evan el paquete en mano, mientras éste le entregaba el dinero justo y abandonaba la tienda consultando su reloj de pulsera. La dependienta se despidió de él con un dulce 'Muchas gracias por su compra'.

El chico sentía la maleta cada vez más pesada. Después de haber madrugado tanto y llevar varias horas de viaje, largas y agotadoras, el cansancio era inminente. Evan se precipitó calle arriba, hacia el norte. Tan sólo deseaba llegar a la mansión, su nuevo hogar, y así descansar y reponer fuerzas. La temperatura había bajado drásticamente desde que había bajado del autobús, aunque al estar dentro de la tienda, ni siquiera se había dado cuenta de ello. El frío parecía perforar su abrigo de cuero negro y sus botines, del mismo material. Evan se subió la cremallera del abrigo hasta el cuello y continuó caminando, hasta llegar, por fin, al verde Highbury Crescent.
Era exactamente igual que en sus recuerdos, aunque debido a las temperaturas, las personas que caminaban por la acera de sus calles se podían contar con los dedos de una mano. Las casas de la zona eran antiguas, pero a su vez muy elegantes, y en sus jardines había mesas con sus respectivas sillas para tomar el té de la tarde, aunque Evan estaba seguro de que esta vez, los lugareños preferirían tomar sus infusiones dentro de casa, junto a la chimenea, en lugar de helarse en el exterior. Al fin, tras agudizar un poco la vista, el chico divisó la mansión victoriana de su añorado tío, entre dos casas a las que, por su tamaño, les hacía sombra.
El oscuro edificio se alzaba, viejo y noble, sobre el resto de las vivientas de la zona. Estaba construido de madera opaca y resistente, y se dividía en el ala este y oeste. Constaba de dos pisos y tres torres: dos de ellas se encontraban situadas a ambos lados de la morada, y la tercera, la más alta y esbelta de todas, en el centro. En su tejado continuaba colocada aquella vieja y chirriante veleta, tal y como Evan recordaba haber visto la única vez que visitó la mansión. Giraba y giraba en torno a sí misma, dejando al chico hechizado por la belleza de la oxidada luna color ónix que pendía de su punta.
A pesar de su vetusta hermosura, la mansión transmitía cierta inseguridad e incluso desasosiego. Se veía tan silenciosa... A veces incluso parecía deshabitada.

Evan cruzó el jardín en silencio y subió con lentitud los peldaños de la entrada, que emitieron un molesto sonido cuando éste los pisó. Aquello delató su decrepitud. Contempló una vez más el exterior de su nuevo hogar, como si de alguna manera no estuviera seguro de entrar, y fijó su mirada en la puerta. Alta y maciza, estaba ataviada con un enorme rombo de una madera más nítida que la del resto de la casa. Junto a ella, había una vieja campana de cobre, sucia y oxidada en gran parte. Evan deslizó sus dedos por ella, y definitivamente la tocó un par de veces.

Ding, dong, ding, dong...

No hubo contestación.

El chico enarcó las cejas, extrañado por aquel sepulcral silencio que se cernía en la mansión. Entonces recurrió a dar un par de suaves golpecitos en la puerta. Y nuevamente el silencio se hizo rey. Quizás su tío estaba enfrascado en alguna tarea, lo suficiente como para no darse cuenta de que aquel día llegaba su sobrino... Pero Evan ni siquiera sabía de qué trabajaba Velvet, o si, para empezar, tenía algún empleo. No se había asegurado de saber si éste se encontraría en casa en aquel instante, o si había salido a hacer algo. Probó otra vez, golpeando con un poco más de insistencia, y esta vez la puerta cedió y se abrió hacia adentro rechinando de una manera un tanto desagradable.
El interior de la casa estaba tan oscuro y desierto que Evan se quedó un rato en el umbral, sin moverse. Estaba absorto. ¿Cómo podía olvidarse Velvet de cerrar la puerta de su propia casa? Entonces entró. Las luces del vestíbulo estaban apagadas y las persianas de sus ventanas bajadas; lo único que brindaba luminosidad era la tenue luz de aquella nublada mañana. Evan sintió un escalofrío recorrer su cuerpo mientras depositaba la maleta junto a un perchero que había a su izquierda y colgaba en él su abrigo. 
El muchacho anduvo con cautela por el recibidor, observando nervioso todo lo que había a su alrededor. había dos enormes puertas al fondo de él, y a ambos lados había una escalinata tan grande e ilustre como pocas había visto en su vida. Las escaleras se unían en el próximo piso, y llevaban a la misma puerta que en aquel entonces estaba cerrada, tras la barandilla. La lámpara de la sala estaba tan polvorienta que parecía que no la hubiesen limpiado en siglos. Evan pensó en buscar el interruptor, pues no se sentía especialmente a gusto en la tenebrosidad del edificio. De modo que comenzó a buscar...

...Pero se hallaba tan entretenido que no se percató de que se oía el retumbar de unos lentos pasos en el piso superior.

Y aquellos pasos, poco a poco, fueron volviéndose más cercanos. Evan reaccionó al oír crujir la vieja madera que se hallaba tras la puerta a la que se llegaba subiendo la escalinata. ¿Sería Velvet? Quizás acababa de despertarse. Evan se sonrió y se acercó a las escaleras de la izquierda, dispuesto a subir. Pero entonces escuchó una fuerte y perturbada respiración. Reaccionó oscilando, y retrocediendo despacio hasta chocar con la puerta principal de la mansión, que se cerró de golpe estrepitosamente. El muchacho se giró angustiado para abrirla, pero por más que se esforzó, esta vez no consiguió abrirla.
-¿Velvet? -preguntó Evan mientras giraba el picaporte sin resultado-. ¿Velvet? ¡¿Eres tú?! -pero la pregunta que formuló se ahogó en el silencio. Un sudor frío recorrió su frente. Estaba dominado por los nervios... La puerta se abrió, dando paso a lo que probablemente sería la tibia luz de una lámpara de aceite-. ¡Velvet! -y se giró para ver de quién se trataba.

No. Aquella persona no era, desde luego, Velvet. Era un rostro desconocido para Evan. La lámpara iluminó un rostro pálido de ojos ojerosos de un gris centelleante que se clavaban tanto en el chico que parecía que en cualquier momento iban a salirse de sus órbitas. Su piel se hallaba atrozmente cosida en varios lugares, así como su cabello, que a pesar de ser de la misma tonalidad que sus ojos, contenía medio flequillo largo y azul oscuro, al igual que un mechón extenso de vello que le ocultaba su oreja derecha. Evan se quedó petrificado al contemplar esa extraña figura que sujetaba con manos temblorosas la lámpara de aceite. Parecía un joven de una edad similar a la de él, pero su cara estaba tan demacrada que daba un aspecto lúgubre y pavoroso. Aquel chico sonrió con un gesto insano y abrió la boca débilmente, formulando varias palabras que Evan era incapaz de entender al principio, pero que poco a poco cobraron sentido. 
-A... A-Alma... -murmuró con un hilo de voz. Después, sopló suavemente logrando apagar la lámpara, sumiendo el vestíbulo en la oscuridad otra vez. Pero en medio de tanto negro, relucían unos ojos grises encaprichados de Evan. La lámpara cayó al suelo y rodó vertiginosamente escaleras abajo-. Un alma -repitió-. Y parece deliciosa...

Evan se giró presa del pánico y volvió a aporrear la puerta con el propósito de abrirla, pero todo era en vano. Apenas entendía nada, pero sólo quería salir de allí. Le gustaría saber dónde estaba Velvet, quién era aquel extraño, qué estaba ocurriendo... Y por qué. Pero lo importante en aquel preciso instante era salir de esa casa y llamar a su tío para aclararlo todo.
El otro joven, con los ojos aún fijos en su presa, posó sus manos en la barandilla y rió con malicia. Después subió una pierna y, con un impresionante impulso, saltó hacia Evan, que gritó desesperado al escuchar aquel sonido y alzó los brazos hacia delante. Hubo un largo forcejeo por parte de los dos en el que no había claro ganador. Ambos jóvenes trataban de zafarse de las garras del enemigo.
Sin embargo, el contrincante de Evan, ansioso, parecía haber perdido el total dominio de sí mismo; no se detendría hasta conseguir lo que quería. Y parecía desear un alma. Entonces abrió la boca de par en par, y mostró una hilera de dientes tan afilados que parecían los de un tiburón blanco, que clavó violentamente en el brazo derecho de Evan, inmovilizándolo. El chico profirió tales gritos que sería capaz de despertar a un muerto, mientras intentaba por todos los medios liberar su otro brazo para golpear al enemigo. Notaba la profundidad de su herida, como su brazo chorreaba aquel líquido cálido y carmesí. El otro muchacho dejó entonces de morder y agarró con ambas manos el cuello de un debilitado Evan. Comenzó a apretar con fuerza.

Los dos chicos cayeron al suelo con un sonido atronador. Mientras el extraño proseguía en su intento de ahogarle, Evan comenzó a sentir la falta de respiración; no podía defenderse. Los dedos que apretaban su cuello eran delgados y largos, pero hercúleos. Su brazo derecho continuaba perdiendo sangre, y por mucho que agarraba las manos del otro con el izquierdo, no podía quitarse de encima tan robustas manos. No podía más...
La vista de Evan comenzaba a nublarse. Perdía la noción del tiempo y el espacio... Cerró los ojos, e intentó volver a abrirlos y rebelarse contra aquel chico, pero no se veía capaz. La mirada ávida de alma del otro muchacho, su boca refulgente de sangre...
-¡CLAVE! -se escuchó una voz adulta haciendo eco en el vestíbulo, pero Evan no sabía ya de dónde provenía. El joven que intentaba ahogarle le soltó inmediatamente y se volvió aterrado, mientras se agarraba la cabeza con ambas manos. Evan tosió con fuerza en cuanto se sintió libre de la prisión de su adversario, y entornó los ojos después. La última imagen que recordó fue la visión borrosa de su tío, corriendo hacia él-. Evan, no, no... Resiste... E... Van...

***

-¡Evan!

El muchacho abrió los ojos sobresaltado. No sabía dónde estaba, pero intentó incorporarse y sintió un intenso dolor en el brazo derecho, ya vendado. Estaba tumbado, arropado por una fina manta. Miró en todas las direcciones posibles, tratando de adivinar dónde demonios estaría exactamente.
Se encontraba en un sofá atezado, junto a la incandescente llama del fuego de una chimenea de roca plomiza. Con un poco de esfuerzo, se levantó valiéndose de su otro brazo y se encontró a Velvet, de pie, frente a él. No había cambiado apenas. El hombre seguía manteniendo ese cabello castaño y rebelde, y aquellos ojos de profundo color aceituna. Su rostro era jovial y nada longevo, y como siempre, llevaba una sonrisa dibujada en él. Vestía un elegante traje beige, y una enorme chistera a juego, de la que pendía un lazo carmesí. Dirijo a su sobrino un cálido gesto, se aproximó a él y le dio un abrazo, con extremo cuidado para no hacerle daño.
-Menos mal que estás bien -suspiró, aliviado. Se quedó abrazado a él durante unos segundos, pero rápidamente se separó de él unos centímetros y le estudió con la mirada-. Cuánto has crecido, Evan. No te veía desde hace tantos, tantos años... -Velvet acarició los hombros del muchacho. Evan observó a su alrededor; debían de estar en una especie de salón comedor. Tras el sofá había una amplia mesa, larga y acompañada de unas catorce sillas prominentes. Al fondo de la sala había una cocina, bastante moderna para la antigüedad del resto de la casa. Y justo delante de ella, había varias personas, también desconocidas para el chico. No parecían de fiar... Le daban malas vibraciones. Miraban a Evan como si penetrasen en su interior, con aquellas hostiles y fijas miradas. Entre la extravagante multitud, se hallaba aquel chico que le había atacado con anterioridad. Se zafó de su tío en una reacción de terror.

-¡Espera! -Evan se separó con brusquedad, atemorizado, y señaló al extraño muchacho-. ¿Quiénes son ellos, Velvet? ¿Quiénes? ¡Uno de ellos! ¡Uno de ellos por poco me ahoga! ¡Ha estado a punto de conseguirlo! -vociferó a la vez que palpaba su propio cuello, entonces lleno de marcas encarnadas de dedos. Velvet se encogió de hombros y miró al grupo de desconocidos. Después se giró hacia Evan de nuevo.
-Tranquilo, Evan, tranquilo. No van a hacerte nada, ¿de acuerdo? Puedes tranquilizarte -el muchacho sentía su corazón a mil, y ni siquiera las palabras de su tío podían tranquilizar el enorme pavor que contenía en su interior.
-Pero...
-Tengo que hablarte de algo -Velvet se dirigió a la mesa y tomó asiento. En una fracción de segundo, su personalidad parecía haber cambiado completamente. Chasqueó los dedos e inmediatamente, una jovencita de pelo color salmón e innumerables vendas en su rostro (ocultando su ojo derecho), brazos y las piernas entró en la cocina y salió de ella con una enorme bandeja que llevaba una tetera y varios vasos. Sirvió té a Velvet y, acto seguido, retrocedió unos pasos-. Siéntate conmigo, Evan. -se colocó correctamente su distinguida chistera y se llevó el vaso a los labios, mientras esperaba alguna reacción por parte de su sobrino.
Evan no entendía nada, pero se puso en pie con algo de esfuerzo. Sentía el cuerpo denso y pesado, daba la impresión de que llevaba mucho tiempo en reposo. ¿Qué hora sería? Avanzó despacio, intentando ignorar las miradas de los demás y se sentó frente a su tío. Por un momento se sintió lleno de dudas, de incógnitas. También sintió cierto recelo hacia Velvet. ¿Por qué tanto secretismo? ¿A qué venía tanto misterio?

-¿Quieres un poco de té, Evan? -preguntó el hombre alegremente.
-No; gracias. No me gusta demasiado -respondió tajante. Velvet dejó la taza en la mesa y observó a Evan, como intrigado-. ¿Por qué no me explicas qué ha ocurrido? Por qué he sido atacado. Y quiénes son ellos -miró con absoluta desconfianza a los jóvenes presentes en la sala-. Lo que ha sucedido antes... No he entendido nada -alzó su brazo vendado-. Ni siquiera ha parecido... humano.
-Exactamente -contestó su tío, y sin esperar una respuesta por parte de Evan, él mismo prosiguió-. Me gustaría que escuchases mi explicación de principio a fin, antes de decir nada, ¿sí? -sonrió con amargura-. Aunque supongo que a todos los humanos, totales o no, les parece, en principio, un disparate.
-¿Totales? -repitió el muchacho, aturdido.
-Sí. Verás, tú posees algo que te diferencia de los humanos corrientes. Como sabrás, los humanos poseemos alma. Esta entidad inmaterial e invisible sí existe, a diferencia de lo que se diga o se crea sobre ella. Las propiedades y las características del alma varían según la persona y la tuya, Evan, es un alma muy poderosa -explicó con seriedad. Evan abrió los ojos con sorpresa, y quiso preguntar todas las cuestiones que le venían a la cabeza, pero se lo pensó dos veces y guardó silencio-. Tal es su lozanía que atrae a muchas criaturas, deseosas de hacerse con ella. Los conocemos como entes paranormales. ¿Me sigues? -el muchacho asintió con la cabeza y Velvet le sonrió complacido-. Bien. Todos los que se encuentran en esta sala, contigo y conmigo, son entes. Algunos entes tienen un origen desconocido, pero algunos otros fueron humanos y se convirtieron en entes después de muertos. Otros son semientes, y conservan cierta esencia humana en ellos. Pero todos pertenecen al mismo grupo.  -puso los brazos en jarras y el chico se sintió tan impresionado como  acobardado-. Por eso Clave, nuestro nuevo huésped, no ha podido resistirse a 'hincarte el diente'. Los entes son seres oscuros en su gran mayoría, se alimentan de distintos componentes, pero el plato favorito de muchos de ellos son los humanos, especialmente los humanos como tú, Evan. Porque no eres una persona normal y corriente, a diferencia de lo que crees. Eres alguien que no es un ente, pero tampoco un humano en su totalidad. Eres un humano parcial. Es... como una especie de término medio, pues los humanos parciales tienen una serie de poderes que son distintos en cada persona...

-¡Un momento, por favor! -pidió Evan sobresaltado. ¿No era del todo humano? ¿Qué quería decir con eso? Se le hacía todo muy extraño e incluso inconexo, pero desde el principio se estaba creyendo todo lo que Velvet le contaba. ¿Realmente era cierto? Sintió que necesitaba más pruebas. Más argumentos... Quería estar seguro de que no era una mentira-. ¿Cómo sabes todo esto? ¿Por qué... Por qué sabes cuánto poder contiene mi alma? ¿A ti te pasa lo mismo? 
-No; pero yo puedo verlo todo -Velvet se regocijó en la silla mientras disfrutaba de la estupefacción de Evan. Éste deseó preguntarle, pero su tío le dio la respuesta de otra manera. se quitó la chistera con lentitud, dejando al descubierto algo que, para Evan, era totalmente imposible de creer.
Un ojo, un enorme ojo de esclerótica negra e iris dorado se movía inquieto, mirando hacia todas las direcciones en el centro de la frente de Velvet. Era un movimiento tan vertiginoso pero a su vez tan sombrío... Evan apartó la vista de una forma desapacible, y provocó la risa de su tío, que dejó la chistera junto al vaso. Entonces el chico cayó en la cuenta de que la única vez que había visto a su tío había sido con una chistera. Y aquel pequeño 'secreto' del hombre era la respuesta a muchas preguntas. Ahora entendía por qué nunca estaba con la familia ni en las celebraciones, por qué vivía solo...
-Este ojo me permite ver más allá de lo que los ojos sencillos pueden detectar; de este modo, puedo diferenciar a los humanos totales de los parciales -continuó Velvet, bebiendo otro sorbo de té. Esta vez se alargó unos segundos más-. Ahora vamos a algo mucho más serio, y más grande que esta materia. Estos entes están emplazados en todos los lugares que puedas imaginar: están por todo el mundo. Criaturas de mitos y leyendas, de historias antiguas para asustar a los niños... Existen, tienen vida. No sabemos exactamente por qué, pero su existencia es un hecho. Y aunque, como ya te he dicho, no todo el total de entes es perverso, la generalidad sí lo es. Imagino que te figurarás que esto es un problema para nuestra sociedad. -al corazón de Evan le dio tal vuelco que le pareció que iba a salírsele del pecho. De repente le invadió un enorme sentido de la justicia. ¡Había que hacer algo!
-¿Y pensamos quedarnos de brazos cruzados ante esto? ¡Entonces todos estamos en peligro, Velvet...! -gritó el muchacho, histérico. Pocas veces se ponía así, pero le pareció que la situación lo requería. No daba crédito a que su tío permaneciese tan tranquilo ante tal catástrofe. Evan se puso en pie y golpeó la mesa con el brazo derecho. Inmediatamente se arrepintió de haberlo hecho, pues el dolor volvió a aflorar-. ¿No hay nada que se pueda hacer?

-Siéntate -ordenó Velvet, y el muchacho no tuvo más remedio que hacerlo. Esperó en silencio a que el hombre se dignase a seguir con su explicación-. Por supuesto, hay una organización estrictamente confidencial que tiene por objetivo  detener este misterioso complot. Es evidente que alguien está moviendo los hilos desde las sombras; esto no sucede por arte de magia. Por esta razón, la meta de dicha organización, que expande sus raíces por todos los confines del mundo, es investigar el origen de los entes paranormales, detener sus actos y destruirlos -explicó con solemnidad-. Claro que este no es un trabajo que cualquiera pueda hacer. Sólo los humanos parciales pueden hacerse cargo de investigar y combatir a los entes. Y aquí viene lo que yo te quería proponer.
Evan podía hacerse una clara idea de lo que venía a continuación.
Su tío extrajo del bolsillo de su pantalón una tarjeta y la colocó sobre la mesa, para que Evan pudiese contemplarla adecuadamente. Era gris y reluciente, y con un llamativo grabado a blanco en el reverso, sobre un estampado de lunas plateadas: 'Black·Moon~Company'.

-A grandes rasgos, Evan, me gustaría que colaborases en la causa, y que trabajases para mí -ofreció. El chico, sin embargo, no respondió-. Es un papel que sólo los humanos como tú pueden desempeñar. Dado a que yo dirijo la Black·Moon~Company, una entidad de las muchas que forman la organización, quiero que estés a salvo de los entes, y por ello quiero mostrarte como plantar cara a estos seres, cómo defenderte de ellos. No quiero que mi sobrino corra ningún peligro en este gran rompecabezas -Velvet alargó la mano hacia su sobrino-. Quiero que te unas a la línea de batalla. Que te conviertas en investigador, un humano que averigua información sobre los entes, para poder resolver este puzzle y a su vez derrota a los que le resultan una amenaza. Dime, Evan -el tercer ojo del hombre detuvo sus movimientos para observarle con atención-, ¿querrás convertirte en el primer investigador de 'Black·Moon~Company'?

Evan se quedó callado un rato antes de contestar.
-Bueno... -suspiró indignado-. Como bien has dicho, siendo investigador o sin serlo, no tengo una seguridad garantizada. Correré peligro de cualquiera de las maneras. Y no pienso dejar que nadie devore mi alma -Evan sonrió y se puso en pie, estrechando la mano de su tío, fuertemente-. Además, ¿qué clase de sobrino es el que no ayuda a su único tío, cuando este se lo solicita?
-No esperaba menos de ti -el hombre se levantó de su silla, y nuevamente se colocó su chistera-. Entonces procederemos a convertirte en investigador, pero antes de eso... -Velvet se giró hacia todos aquellos que se hallaban en la sala, silenciosos y estáticos como estatuas-. Te presentaré a los huéspedes de esta mansión. Son entes a favor de la compañía. Mientras no tengan ninguna malicia, creo que tienen todo el derecho a seguir con vida, ¿no crees? Puedes confiar plenamente en ellos -Evan prestó atención a todos y cada uno de ellos. Eran tan distintos los unos de los otros...- Esta chica es Flourite Applewhite, es de la categoría esqueleto, aunque tan sólo está formado a medias. Puedes ver que todavía conserva gran parte de su apariencia humana -la chica de agraciado rostro que con anterioridad había servido el té sonrió con timidez, y enseguida apartó la mirada, sonrojándose-. Esta otra es Gabrielle Adèlaide VII. Es una vampiresa, proveniente de Francia -Gabrielle poseía un cuidado y larguísimo cabello lila que finalizaba en los tobillos, ondulado y reluciente. Sus ojos eran hermosos pero a su vez amenazantes, profundo color carmín. Llevaba un vestido verde que recordaba a la época victoriana, con un ajustado corsé bien ceñido a su delgada cintura. Su rostro no mostraba demasiada simpatía-. Ella -señaló a una chica alta, de aspecto más adulto-, se llama Lena van Zolock, una licántropo -Lena, de pelo corto, desenfadado y color azabache saludó a Evan con energía. Tenía una peluda cola y curiosas orejas de lobo-. Y nuestros chicos son los siguientes, Owen Vreeland...
-Te dije que ya no era Owen, sino EVIL -respondió el muchacho con desgana-. No quiero seguir usando mi patético nombre humano -era delgado y bastante alto. Su tez era blanca como la nieve, y su pelo, negro como el carbón. Sendos rencorosos ojos amarillos se veían cruzados por una cicatriz ensangrentada. Las partes visibles de su cuerpo mostraban innumerables heridas de sangre seca, y pareció molestarse al ver que Evan no podía quitarle el ojo de encima.
-Cierto, perdón, Evil, ¡ya sabes cómo es mi memoria! -rió Velvet-. Él es un zombie, los habrás visto en muchas películas, ¿verdad? Y por último tenemos a Clave Abingdon. Él es, al igual que Evil, un zombie, aunque está bastante claro que murieron en circunstancias muy diferentes -Evan se estremeció al ver de nuevo el rostro cosido de su agresor. Sin embargo, en aquel momento parecía poco más que un ratón indefenso. Su expresión delataba arrepentimiento, o pena, y se abrazaba a sí mismo, ademán que parecía hacer para protegerse de él mismo-. Te ruego que disculpes lo de antes. Aún le cuesta controlar sus impulsos... A veces no puede evitar abalanzarse sobre los humanos parciales. Pero le ayudaremos a corregirlo, ¿verdad? -Velvet acarició la cabeza de Clave con ternura-. Y ahora, Evan, llega tu momento. Comenzaremos el proceso de convertirte en investigador. Seguidme todos, vamos.

Velvet se dirigió a la pared que había a la derecha de la chimenea y levantó con esfuerzo el enorme cuadro de una anciana. Tras él se descubrió una puerta. Al abrirla se mostró una larga escalinata que Evan, Velvet y los demás descendieron con lentitud. El crujido de los peldaños y el misterio de lo que iba a suceder recorrían la mente del muchacho. A sus pies apareció una habitación bastante pequeña y descuidada, únicamente iluminada por la luz de un polvoriento candelabro colocado en una mesa de escritorio desordenada, con los cajones desencajados. Había sobre él documentos, libros folios sueltos y muchos utensilios bizarros, y se habían esparcido con el tiempo por toda la habitación, decorando gran parte del suelo. En la pared del fondo había un símbolo muy extraño: se componía de una esfera perfecta dentro de dos cuadrados, uno horizontal y el otro girado unos 90º, que formaban un octógono. Dentro del círculo había varias inscripciones en una extraña lengua que Evan era incapaz de entender.
El chico no entendía qué iban a realizar exactamente en aquella habitación que, al parecer, nadie había pisado en mucho, mucho tiempo. Lena se acercó a Evan y le propinó un pequeño empujón hacia la pared del símbolo, mientras los demás retrocedían y se mantenían alejados de allí. La licántropo anduvo hacia la mesa y apartó los abundantes aparejos y cachivaches hasta dar con lo que estaba buscando en un principio: una daga. Era muy pequeña y su empuñadura de plata llevaba grabada una media luna. Sacudió la cortina de polvo de la mesa meneando fuertemente su cola y se aproximó a Evan. Éste no pudo evitar echarse hacia atrás.
-¡No te asustes! -sonrió ella-. Sólo te dolerá un poquito -le dijo, casi susurrándoselo, mientras cogía la mano izquierda del muchacho y extendía su dedo índice. La corta hoja de la antigua arma blanca ocasionó un leve corte, del que pronto comenzó a brotar un delgado hilito de sangre-. Ya está, ¿ves? -y se giró hacia Velvet-. Está listo.
-Perfecto, Lena -contestó el hombre con una amplia sonrisa-. Bueno, Evan, ahora podemos dar comienzo a tu transformación. Deberás firmar el contrato de sangre... Mientras yo te formulo el juramento.


-Opening-

-Continuará.

9 comentarios:

  1. ¡Ya lo acabo de leer!

    Aunque valla despacio no quiere decir que no me guste o que no valla a seguir tu historia, nada de eso. Pero como la lectura no es lo mío me cuesta ponerme a ello.

    Aun así me encanta, y sí me gustaba un montón en cuaderno, ¡ahora esta historia sobrepasa la perfección!De verdad te digo que es una pasada y que me gusta mucho, y que evidentemente seguiré leyéndola.

    : D

    ResponderEliminar
  2. Asdafasda <3.
    Me alegro de que de guste ^w^ No te preocupes por leer más rápido o más despacio, yo me conformo con que lo hagas *-* Me hace mucha ilusión y me siento muy halagada de que te guste.

    Y ahora, ¡hala, a seguir con el tercero! <3

    ResponderEliminar
  3. ¡Mañana empezaré con el segundo!

    Tengo ganas de que esta historia tuya esté avanzada ya y saber como es en el futuro ><

    ResponderEliminar
  4. Huhuhu~ Hay cosas que he cambiado bastante desde que decidimos escribir en los blogs. ¡Ya verás! Espero que disfrutes ^w^

    ResponderEliminar
  5. Nuestras historias es verdad que han cambiado bastante desde que las escribimos en el blog, ¡Son mejores!

    Además, ahora las estamos haciendo famosas xD

    ResponderEliminar
  6. Jo, y tanto que han cambiado x3 ¡Me encanta cómo están cambiando! Estoy muy orgullosa del trabajo que ambos hemos hecho. ¡Ahora sólo falta promocionar! >:D

    ResponderEliminar
  7. Me ha gustado mucho el capítulo, Lizzy (òwó)/ Tienes madera para esto, ¿eh?
    Evil es un capullo, creo que me va a caer bien >8D Y Lena otro tanto~
    ¡Seguiré leyendo y ya te iré contando! :3

    ResponderEliminar
  8. Mientras tú sigas escribiendo, tus personajes seguirán girando en la rueda de la vida para la que tú les creaste. No dejes de escribir

    ResponderEliminar
  9. Mientras tú sigas escribiendo, tus personajes seguirán girando en la rueda de la vida para la que tú les creaste. No dejes de escribir

    ResponderEliminar