¿Habéis oído alguna vez hablar sobre la 'Llorona'...?
Amanda Thompson se miró una vez más al espejo antes de encender
el secador y comenzar a moldear su cabello rubicundo, sirviéndose de él y de un
cepillo. Su pelo siempre había sido totalmente liso y a ella le encantaba, pero
no venía mal cambiar de imagen de cuando en cuando. Rizándolo obtendría una
imagen totalmente distinta de la Amanda de siempre, aquella directora que
siempre estaba ocupada.
Esa precisa noche del doce de septiembre ella era Amanda,
la vieja amiga de Velvet Hedwings.
Éste había vuelto el mismo día diez de Copenhague y ni
siquiera habían tenido tiempo de hablar, salvo por teléfono. En el fondo, ella
siempre tenía ganas de ver a Velvet. Para una mujer como Amanda, que vivía sola
en una ostentosa casa en Aberdeen Park, la compañía era un bien muy preciado, y
más tratándose de la de él. Era un hombre vivaz, siempre alegre, pero a su vez
responsable cuando hacía falta. Sí, le conocía muy bien. Habían sido amigos,
durante muchos años habían compartido casi todo. Mientras se echaba todo el
cabello sobre el hombro derecho y le daba volumen, se preguntaba cómo se
encontraría él aquella noche.
No era un día demasiado agradable para ninguno de los dos…
Ella lo sabía bien.
La mujer sujetó su pelo con varias horquillas para
echarlo hacia la derecha y mantenerlo firme, y después sacó del cajón de su
tocador el rímel y un pintalabios de un embriagador rosa neón. Tampoco solía
maquillarse mucho; su belleza era más bien natural. Aquellos ojos grandes y
azulados habían conquistado muchos corazones, y sin embargo, ella nunca
correspondió a ninguno. Eso no significaba que Amanda Thompson no fuera
apasionada o que no hubiese amado; ella, por alguna razón, le tenía un miedo
irracional al compromiso.
Su figura reiterada irradiaba en el espejo; por fin
estaba lista para marcharse. Arreglada con un escotado traje de noche y unos
zapatos de tacón, tomó un manojo de llaves y una chaqueta y salió de su casa,
asegurándose de que había cerrado correctamente.
La noche era fría y el exterior estaba cubierto por una
neblina gélida. La mujer aceleró el paso, tiritando, y echó un vistazo a su
alrededor mientras se precipitaba calle abajo. Aberdeen Park era un oasis
verdoso, lleno de naturaleza. Numerosas eran sus campas, en las que los niños y
sus padres jugaban juntos después de las clases, donde los perros eran paseados
por sus dueños, donde las parejas iban a andar juntas en bicicleta. Los
residentes de la zona pertenecían al Aberdeen
Park Maintenance Company, y eran responsables del mantenimiento de la zona.
A Amanda se le inflaba el pecho de orgullo solo de saber que estaba ayudando a
conservar la belleza y la frescura de sus alrededores.
La mujer caminó por Highbury Grove. Parecía una zona
deshabitada aquella noche, y se notaba cierto aire de misterio. Las farolas de
la calle parpadeaban constantemente, y el viento azotaba los edificios,
suscitando un sonido escalofriante. Amanda hizo caso omiso de esto y no frenó
su paso, hasta que se encontró de frente con el cementerio de Highbury Grove,
ya cerrado. Tras sus puertas de hierro y su funesta belleza, se escondían tantas
sombrías verdades…
Amanda Thompson se estremeció.
***
-Velvet está muy raro –suspiró Evil, bebiendo de su vaso
lleno de gaseosa-. Cada doce de septiembre está así de misterioso, no sé si me
explico.
Todos estaban en la mesa terminando su cena a excepción del
tío de Evan, que llevaba un par de horas sin bajar del primer piso. No solo
eso, sino que también había estado casi toda la mañana ausente. Lena no le
había preparado la cena, por propia petición de él, y el ambiente era un tanto
apagado. Nadie sabía qué estaba haciendo, ya que el hombre no había querido dar
ninguna explicación acerca de ello. En silencio, los comensales pinchaban sus
tenedores y sorbían de sus vasos.
Oculus rodaba por la mesa, esquivando los platos casi vacíos,
en los que con anterioridad habían abundado el escalope y las patatas asadas,
untadas con mantequilla.
-Pero –Lena curvó sus cejas. Su cola se sacudió, dando
vueltas como una hélice- quizá vaya a casa de Amanda a cenar, como siempre.
Aunque nunca nos ha explicado el porqué de esta misteriosa celebración… -la
licántropo rió entre dientes.
-Son una pareja celebrando su aniversario como todos los
años, es más que obvio –terció Gabrielle.
-¿Pareja? No sé… –respondió Evan. El simple hecho de ver
a su tío saliendo con una mujer le parecía imposible. Por alguna razón, para el
muchacho, Velvet era el arquetipo perfecto de soltero de oro.
-¿Cómo que no, Evan? –la vampiresa enrojeció,
contrariada-. Está claro, ¿no? Siempre se llaman por teléfono. Velvet es
accionista del colegio en el que ella trabaja, y por si fuera poco… ¡Cada doce
de septiembre quedan en casa de ella en total clandestinidad! ¿No os parece muy
raro?
Hubo murmullos y miradas después de que Gabrielle
hablase. Ciertamente, fuera verdad o no, los argumentos que la vampiresa había
dado resultaban bastante convincentes. De repente una silla vacante se agitó.
El rostro de Klaus se torció, grabado por la cámara de vídeo.
-Absurdo, eso es absurdo –contradijo el pequeño
fantasma-. Llevan juntos toda la vida,
son como hermanos, después de todo. Estoy seguro de que todo esto se debe a
una razón bien distinta…
Entonces sonó la campana de la puerta. Flourite, como
educada jovencita que era, se puso en pie y se dispuso a abrir la puerta. La
exquisita figura de Amanda emergió de las sombras de la noche.
-Buenas noches, Flourite –saludó, con una sonrisa
delicada-. ¿Puedo pasar?
-¡Por supuesto, Amanda! –la muchacha hizo una pequeña
inclinación y la invitó a entrar en el recibidor.
Al de un rato, Velvet abrió la puerta del primer piso y
bajó las escaleras laterales. Estaba impecablemente vestido, como de costumbre,
pero aquella noche había optado por un sensual smoking color negro, cuya chaqueta de cena llevaba las solapas en
pico. Su pajarita era del mismo color y el mismo tejido que las solapas, y los
zapatos El hombre llevaba una botella de vino tinto, sujeta por sus manos
enfundadas en unos guantes blancos. Amanda emitió un silbido de admiración.
-Magnífico, como siempre –dijo la mujer con tono jovial-.
Bueno, ¿vamos?
Velvet dirigió una risueña mirada a Flourite, quien
estaba plantada en el vestíbulo, con la impresión de que no pintaba nada allí.
-Flourite, ¿habéis terminado de cenar?
-Hum, ¡sí! Enseguida recogemos todo –la pequeña entró
velozmente en el salón comedor. Los viejos amigos se observaron mutuamente.
Ambos tenían una celebración muy importante por delante… Cuando se aseguraron
de que nadie los hubo visto, ella se acercó despacio a Velvet y se fundieron en
un abrazo entrañable.
-Otra noche más, Amanda… -suspiró el hombre, al que por
poco se le saltaban las lágrimas. Cierta nostalgia se vislumbraba en su voz.
Ella asintió levemente con la cabeza, y bajó la vista a
la botella de vino.
-Stella Rosa… ¿Me
equivoco?
-Para nada, estás en lo cierto. Era su preferido,
¿recuerdas? –sollozó él.
-¿Cómo olvidarlo?... Es por lo que estoy aquí, después de
todo. –Amanda se separó de él lentamente y le miró fijamente a los ojos,
vidriosos. Siempre que llegaba aquella fecha, Velvet se angustiaba
repentinamente. Parecía un alma en pena, flotando falto de vida por la mansión.
Y a ella le dolía tanto verle así… El corazón se le reducía a pedazos.
Flourite, Lena, Evil, Clave, (Oculus en mano), Evan y
Gabrielle abandonaron el salón comedor. Velvet y Amanda se miraron una vez más
y entraron en la habitación vacía sin articular palabra, cerrando la puerta
tras de sí.
-Lo que yo decía, es una cita romántica, hoy debe de ser
su aniversario o algo parecido –gruñó Gabrielle-. ¡Si incluso tenían un vino
exquisito en sus manos! Me habría encantado catarlo.
No se oía nada salvo el sonido del choque de unos platos
y el murmullo dentro del salón comedor. Evil se aproximó a la puerta
disimuladamente, y pegó un poco la oreja a la madera, dispuesto a escuchar algo
de la conversación. Este gesto desconcertó bastante a los demás. Flourite lanzó
un suspiro y Evan se llevó una mano a la cabeza.
-Evil, no te pases –refunfuñó Lena, poniendo los brazos
en jarras-. ¡Ven aquí! Déjales intimidad, y vámonos a un cuarto o algo.
Pero el ente hizo caso omiso. Incluso levantó el dedo
índice y se lo colocó en los labios, para acallar a Lena. Sin duda, debía estar
escuchando algo revelador. Apoyó suavemente las manos en la puerta, y se arrimó
todo lo posible. Entonces escuchó la voz de Amanda, y aunque al principio
resultó ininteligible, fue aclarándose.
-…por nuestros
queridos Tony y Netty.
A pesar de que Evil acababa de encontrar una pequeña
pista sobre lo que Velvet y su amiga se traían entre manos, para él aquellas
palabras carecían de ningún significado.
-¿Y bien? –farfulló Evan. No quería admitirlo, pero
también sentía una gran curiosidad por el asunto. Su tío llevaba gran parte del
día sin hablar con nadie, y sin hablar de sus propósitos. Sabía que no era
correcto inmiscuirse en sus cosas, pues no le correspondían, pero el ansia de
saber la verdad era más fuerte que el sentimiento de culpa.
-Tony y Netty –repitió Evil, sacudiendo los hombros-. ¿Os
dicen algo esos nombres?
Fue un no rotundo por parte de casi todos los presentes… Pues
no obstante, uno de ellos sí que sabía algo sobre los desconocidos.
-¿Tony y Netty, Evil? –la pueril voz de Klaus resonó en
el recibidor. A Evan le seguía pareciendo escalofriante el escuchar su voz sin
vislumbrar el cuerpo al que ésta pertenecía-. Entonces se trata de ese matrimonio… Anthony L. Reinhold y
Antoinette Mansfield.
Silencio sepulcral.
-Sí, sí, me parece muy bien. ¿Quiénes son esos? –Evil no
parecía muy satisfecho con la respuesta del fantasma. Frunció el ceño, en
espera de más información.
-Conozco su historia… -declaró la voz flotante-. Pero no
debería contarla aquí… Bueno, no sé si debería contarla siquiera, pero si os
interesa… ¿Y si subimos arriba?
-Podemos ir a mi cuarto –propuso Clave en un susurro.
Era extraño que él se ofreciese, pero todos les pareció
bien, así que abandonaron el hall y subieron al primer piso. Los chicos dormían
en el ala derecha, según sabía Evan. Pero en lugar de dormir allí, él había
sido colocado en el dormitorio de la torre. De modo que desconocía cómo se
verían los cuartos, aunque estaba seguro de que la distribución de las
habitaciones de ambas alas sería simétrica.
Al cruzar la puerta del ala derecha, se descubría un
pasillo largo y estrecho con las paredes cubiertas de pequeños espejos,
vagamente iluminado y con una ventana al fondo. En él había cinco puertas.
Clave caminó al fondo del pasillo y abrió la puerta de la izquierda, pidiendo a
todos que pasasen a su interior.
Evan nunca se habría imaginado así el cuarto de Clave: era
un cuarto perfectamente cuadrado, y la cama estaba en la esquina, junto a una
ventana apretada. Del techo colgaba un móvil construido a partir de trozos
rotos de espejos, colgados en unos cordeles tan largos que casi rozaban el
suelo de madera polvorienta: esto formaba una escultura abstracta pero a su vez
creaba una hechizante experiencia visual.
Evan se preguntó si todas las habitaciones de la casa
tendrían espejos, para que Klaus pudiese reflejarse en ellos…
En lugar de una mesita de noche, había un taburete
esférico en el que descansaba la lámpara de aceite que a Evan le resultaba tan
familiar. A diferencia del cuarto de la
torre, la habitación de Clave tenía un ropero antiguo y un escritorio plegado. Sobre la silla de éste estaba el uniforme de
Holloway College, bien colocado.
-Esto… poneos cómodos –el muchacho encendió la luz, quitó
la lámpara de aceite y se sentó en el taburete, haciendo un ademán para que se
sentasen. La silla del escritorio levitó y se colocó junto al móvil,
apareciendo el rostro de Klaus reflejado en los múltiples fragmentos de espejo
que se arremolinaban constantemente. Flourite, Lena y Gabrielle se sentaron en
la cama, con cuidado de no deshacerla, y Evil se apoyó en la puerta, una vez
cerrada. Evan se situó al lado de Clave en el suelo, apoyando su cabeza contra
la pared. El fantasma se aclaró la garganta.
-¿Estáis seguros de que queréis escuchar esta historia,
chicos?... –preguntó antes de nada-. No es algo muy agradable, la verdad.
-¿Y qué? –protestó Evil-. Mejor saberlo que quedarnos con
la duda. Después de todo, el año que viene se repetirá esta celebración, y el
próximo también, y así sucesivamente. No podemos seguir toda la vida sin tener
ni idea de qué está pasando –nadie respondió a aquello, pero probablemente, más
o menos, estaban de acuerdo con la opinión de éste-. Además, Klaus; todos
nosotros somos entes. ¡Estamos curados de espanto!
A Evan no le hizo mucha gracia la frase de ‘todos nosotros somos entes’. Klaus
parpadeó varias veces, después asintió silenciosamente, con cara pensativa.
-Está bien… Todo empezó hace unos quince años, si no me
equivoco… No sé si recordaréis que Velvet y Amanda eran investigadores de la
compañía ‘Cell Moon’ que llevaban los
que serían tus bisabuelos, Evan –el muchacho abrió los ojos, impresionado.
Sabía que Velvet había sido investigador, pero ¿y Amanda? Eso la vinculaba
totalmente a su tío; ahora entendía la enorme familiaridad entre ellos-. Pues
bien, la ideología de ‘Cell Moon’ y ‘Black·Moon~Company’ es prácticamente
idéntica; Velvet transfirió a la compañía que él fundó tiempo después todas las
normas que impusieron sus abuelos. ¿Qué quiero decir con esto? Que hubo un
tercer investigador en el grupo de ‘Cell
Moon’: Antoinette Mansfield, una jovencita de una familia francesa muy bien
avenida, aunque era tan poco partidaria de gastar dinero que no lo parecía. Sus
padres se habían mudado a una lujosa mansión en Lambeth Palace Road, al lado
del río Támesis, y eran conocidos de Velvet y sus abuelos. De modo que al
descubrir que su hija era una humana parcial,
la dejaron en las mejores manos.
-Velvet nunca mencionó tal nombre delante de ninguno de
nosotros –suspiró Lena, ligeramente abatida.
-¡Exacto! Porque Antoinette no duró ni un año como
investigadora de ‘Cell Moon’. Velvet,
Amanda y Netty eran un equipo formidable; se entendían a la perfección, pero
esta última tenía un problema bastante grave… –la mirada de Klaus se volvió
apenada, y su voz se apagó repentinamente-. Digamos que ella siempre fue una
muchacha enfermiza, aunque nunca le dio especial importancia.
>>No obstante, sus padres sí que lo hacían, por una
buena razón: la familia Mansfield era, desde hace años, propensa a contraer enfermedades cardíacas. Se trataba de pura
herencia, mala suerte. Pero Antoinette llevaba mucho tiempo aquejándose de que
se asfixiaba con frecuencia, como si le faltase el aire; de que siempre la
envolvía una fuerte sensación de opresión o plenitud en el centro del pecho, que
a veces le duraba minutos, otras veces horas; o de que en numerosos casos se
desvanecía o era atacada por las náuseas. La chica siempre había considerado
aquellos síntomas como parte de su delicada salud, sin pararse a pensar en que
el inconveniente era mucho más grave, e incluso podría costarle la vida.
>>El día que Antoinette Mansfield se enteró de todo
esto, al principio no podía creerlo. Le costó mucho asimilar el peso
hereditario que llevaba a sus espaldas, y cayó en una profunda depresión. Sus
padres presentaron sus disculpas ante los abuelos de Velvet, del mismo Velvet y
de Amanda, y acordaron que Antoinette no volvería a trabajar como investigadora
nunca más. En su lugar le aplicaron un tratamiento para disminuir el riesgo de
sufrir ataques. Aunque ella era perfectamente apta para el empleo y estaba
encantada, era un estilo de vida estresante, y una rutina como ésa aumenta la
tensión en el corazón e incrementa las posibilidades de sufrir un ataque
cardíaco. El solo hecho de disminuirlo, mejoraría su salud en muchas formas.
Igualmente, siendo investigadora o no, su amistad con Amanda y Velvet no cambió
en absoluto. Siguieron manteniendo el contacto, y se veían muchas veces al mes,
para hablar sobre sus vidas.
>>A pesar de todo, Netty no era plenamente feliz.
Vivía siempre con el miedo a sufrir un ataque cardíaco, y como Velvet y Amanda
estaban ocupados con sus misiones, apenas salía de casa. Sus padres estaban
preocupados porque cayese en una profunda depresión, e intentaban por todos los
medios entretenerla. La llevaban a cenas de alto
standing, a bailes lujosos y a reuniones de familias adineradas. Buscaban
que conociese a gente, que se relacionase con otros, que se divirtiera. Y una
noche lo consiguieron, cuando a Antoinette le presentaron a una familia de
viejos amigos londinenses en Trafalgar Square: los Reinhold.
>>Los Mansfield y los Reinhold se habían conocido
hace años en un baile celebrado en París, y desde entonces no habían dejado de
cartearse y contactar. Aquel matrimonio había dado frutos, y era una familia
numerosa: dos hijos y cuatro hijas. Todos ellos eran unos acomodados, snobs ricos con poco cerebro y mucho
dinero, menos el hijo menor, Anthony Lamarck Reinhold. Este muchacho era tan
increíblemente austero y humilde que parecía que proviniese de una estirpe de
pobres. Netty y él hicieron buenas migas desde el principio, eran como dos
gotas de agua.
>>Anthony era capitán de barco y estaba enamorado
del mar. Había navegado por muchísimos lugares del mundo, descubriendo miles de
lugares exóticos y paraísos sin par. A Antoinette le fascinaba todo aquello;
ella jamás había salido de Francia ni de Reino Unido, así que prestaba oídos
gustosa a las maravillosas historias del joven: La costa mediterránea, las
Seychelles, la exuberante isla de Taiwán… Anthony había viajado por muchos
lugares a su corta edad, en compañía de varios marineros amigos suyos.
Antoinette soñaba con salir de su jaula podrida de dinero. Quería extender sus
alas y volar libre, por el mundo. Así que ese fue el principio de una amistad
que ninguno de los dos olvidaría nunca.
-Y… S… ¿Se enamoraron?... –murmuró Flourite,
conmocionada. Parecía a punto de echarse a llorar, como si estuviese escuchando
la trágica historia del Titanic.
Evil soltó una carcajada sonora que causó que ella se
sonrojase.
-¡Sí! Se enamoraron perdidamente el uno del otro
–contestó Klaus-. Y un año después de comenzar su romance, decidieron casarse.
Sus padres no podían estar más felices con aquella noticia. Lo prepararon todo al
milímetro, con muchísima antelación y una ilusión inmensa. Hicieron una lista
de invitados numerosa, en la que por supuesto, figuraban los nombres de Amanda
Thompson y Velvet Hedwings. Se casarían el doce de septiembre de 2005 en la
iglesia de St. Margaret en el paseo de Millbank, y el banquete se celebraría en
un pequeño crucero que navegaría durante la velada por el Támesis. La luna de
miel sería en la preciosa isla de Sicilia; era
el paradigma de la boda perfecta.
>>La madre de Antoinette consiguió un vestido sin
igual para su hija: era blanco y resplandeciente como el nácar, escotado y con
una gargantilla a juego en el cuello. El vestido se abría por la mitad a la
altura del ombligo y mostraba capas y capas de volantes, que rozaban el suelo.
El conjunto, acompañado por unos guantes que sobrepasaban los codos y un velo
transparente con bordados de rosas, era idóneo para la chica. Velvet me enseñó
varias fotos de antes de la boda; Antoinette estaba perfecta con ese vestido.
Incluso las princesas de cuento serían incapaces de rivalizar con semejante
preciosidad.
>>Anthony llevaba el traje con el que se casó su
padre: Un smoking sofisticado que le
iba como un guante. De color blanco y con la pajarita negra, el muchacho
también estaba muy sugerente, a pesar de que el traje en sí fuese viejo. Sí, ambos
estaban ideales. Cuando faltaba un mes para la boda, él se marchó en un viaje
breve a Gales, y prometió que al volver no habría nada que los separase, y que
serían eternamente felices. Parecía una fantástica boda de cuento… Por absolutamente
todo menos por el final.
>>Horas antes de la boda, Antoinette se vestía en
un la casa de una amiga de la familia, que vivía prácticamente al lado de St.
Margaret. Estaba realmente nerviosa, según me dijeron; prácticamente temblando
del éxtasis y de la felicidad. Cuestión de un poco más de tiempo… Solo tenía
que esperar un poco más. Todo estaba preparado, y antes del ocaso, su vida
estaría unida con la de Anthony L. Reinhold.
>>Entonces llegó uno de los marineros que conocía
Anthony a la casa, abriendo la puerta de golpe. Parecía fatigado; estaba
totalmente pálido. Supongo que en aquel momento nadie se esperaba que viniese
para dar malas noticias…
…el barco de Anthony L. Reinhold fue encontrado hecho trizas contra unas
rocas, y su cadáver y el de un amigo suyo habían sido encontrados hace tan solo
unas 18 horas.
>>Antoinette creyó que se trataba de una broma
pesada, pero no fue así. Entonces comenzó a notar que le costaba horrores
respirar. Comenzó a llorar desconsoladamente, rechazando la realidad,
diciéndose a ella misma que no era posible… Anthony tenía que seguir vivo. Ambos tenían toda la vida por delante, ¿cierto? Profirió gritos y golpeó
objetos, maldiciendo su destino. ¿Por qué tenía que perder lo que más le
importaba? ¿Por qué, justo cuando por fin iban a ser inseparables? Poco a poco,
fue incapaz de inhalar aire, se estaba asfixiando, sin poder sollozar apenas,
sin poder gritar. Los presentes en el cuarto llamaron rápidamente a una
ambulancia. Pero a Antoinette todo le daba igual.
>>¿Qué era su vida sin él? Nada… Eso era lo que
ella estaba repitiendo constantemente, en aquella habitación, en la ambulancia,
en el hospital… Estaba siendo transportada a urgencias en una camilla mientras
intentaba decir sus últimas palabras, aunque de sus labios solo podían salir
sonidos imposibles de entender. Para cuando Velvet y Amanda llegaron al
hospital, Antoinette Mansfield se había
ido para siempre.
>>¿Causa de muerte? Un ataque cardíaco, también
conocido como infarto agudo de miocardio. Consistía en un lento y silencioso
taponamiento de las arterias que irrigan el corazón. El infarto de miocardio se
produce cuando la pared del endotelio (depósito de lípidos debajo del tejido
que reviste las arterias por dentro) se quiebra, y de esta manera se forma un
coágulo que impide a la sangre oxigenada llegar al tejido cardíaco. Durante el
transcurso del infarto, la falta de oxígeno que su corazón experimentó dañó el
tejido cardíaco afectado de una manera irreversible, y Antoinette murió por
asfixia. La magnitud de ese daño fue directamente proporcional al tiempo que
transcurrió desde que se cortó el suministro de oxígeno… En otras palabras, en
el momento en el que no podía respirar, dentro de la habitación, se había iniciado una cuenta atrás por
salvar su vida… Y al final, como veis, no fue posible.
Nadie habló. Nadie quería hablar. Todos estaban
consternados por lo que acababan de oír. Flourite sollozaba en silencio, en el
pecho de Gabrielle, que la rodeaba con los brazos. Lena bajaba la cabeza,
taciturna. Clave se abrazaba a sí mismo, hundiendo el rostro en sus piernas y
Evil estaba más serio que de costumbre. Evan hacía lo posible por contener las
lágrimas… No había conocido a Anthony, ni a Antoinette, pero la impresión de lo
que acababa de escuchar era tan grande que su corazón estaba totalmente
amedrentado. Klaus lanzó un suspiro, algo cohibido.
-No tendría que haber contado esto… ¿Verdad? Amanda y
Velvet llevan cuatro años celebrando su aniversario, el día en el que por fin
serían felices, el día de su boda. Se prometieron el uno al otro que lo harían
en su memoria, fue un golpe muy duro…
Evan se puso en pie, y abandonó la habitación sin decir
nada. Sentía un mareo desagradable, unas ganas imparables de borrar todo lo que
había oído de su mente. Subió las escaleras tambaleándose levemente, con una
mano en su frente, y con la otra apoyada en la barandilla, mientras ascendía.
El chico se tumbó en la cama sin fuerzas, y hundió la
cabeza en la almohada. ¿Cómo podrían Velvet y Amanda aguantar la ausencia de
Antoinette Mansfield y Anthony L. Reinhold? ¿Cómo podían aguantar sin llorar,
sin acordarse constantemente de sus rostros, sin vivir anclados al pasado?...
Él no podía imaginarlo. Simplemente, si a Evan le hubiese ocurrido algo
parecido, probablemente no sabría qué sería de él. Sin ponerse siquiera el
pijama, el muchacho cerró los ojos, intentando conciliar el sueño.
Intentar soñar con algo que no involucrase a Tony o a
Netty––
Imposible. Era prácticamente imposible evitarlo. Aquella
noche, solo tendría pesadillas.
***
Las bajas temperaturas azotaban las rugosas mejillas de Masterman.
Ante una puerta de majestuoso acero, vestido con su uniforme desteñido de
siempre, tenía que hacer guardia una noche más. Leslie, su golden retriever, fijaba la mirada en la vacía Hornsey Road.
Una noche más, ambos vigilarían la mansión Lancaster.
El hombre carraspeó fuertemente. Probablemente estaría
algo constipado, debido al frío glacial. Incluso con una bufanda y unos guantes
de cuero, la temperatura se filtraba a sus adentros. Era una sensación
desagradable, pero él estaba bastante acostumbrado. Años de oficio… Décadas
sirviendo a la familia Lancaster.
Al fondo de la calle se divisaba una silueta poro
definida. Se oían sus pasos aproximándose, unos sollozos que se iban haciendo
más sonoros. Masterman no le dio ninguna importancia. Él continuó firme. No
obstante, escuchó los quejidos de Leslie. Su pelo se estaba erizando
lentamente, y el animal mostraba sus fauces. Entonces comenzó a ladrar, cada
vez más alto. El hombre golpeó suavemente la espalda del perro.
-Shhh… ¡Silencio, Leslie! Calla, chico, no es más que una
mujer… -pero el animal estaba intranquilo. Sus ladridos eran fuertes y
constantes. Masterman alzó la cabeza, observando detenidamente a la persona que
se acercaba. La mujer en cuestión le produjo escalofríos.
Un largo vestido blanco de novia, cubierto de sangre…
Un cabello negro como la noche, oscilando al son del viento gélido…
Unos ojos verdes y redondos, cubiertos de lágrimas de un color cobrizo…
Un ramo de rosas rojas, ya putrefactas…
Masterman tragó saliva y retrocedió varios pasos,
agarrando la correa de Leslie y obligándolo a echarse hacia atrás.
-¿Q-Quién…? ¿Quién eres tú?
La mujer no contestó. Lágrimas de sangre brotaban de sus
ojos, resbalando por sus mejillas carentes de color. Levantó lentamente la mano
y señaló al hombre con el ramo.
Su rostro, aunque hermoso, transmitió a Masterman más
terror que ninguna otra cosa en el mundo.
-Tú… ¿Quieres
escuchar mi miserable historia?
El grito agudo de Masterman se mezcló con los infernales
sollozos de la mujer.
-La llorona-
-Continuará.
;_______;... Noooo... Pobre Antoinette, pobre Anthony... ¡Cómo pueden ser tan desgraciados! Me ha dado muchísima pena, te las amañas para ablandarme el corazón, Arisu >___>
ResponderEliminarDe todas formas me ha encantado el capítulo. Aunque trágico, no deja de ser romántico. Me ha gustado mucho el momento del abrazo de Velvet y Amanda... <3
¿Y qué habrá pasado con Masterman? ó_o...