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jueves, 15 de septiembre de 2011

. Lunario III . -FACING A VAMPIRE [HALL VERSION]-


Era una mañana helada. El frío era tan intenso que incluso los pájaros se congelarían en pleno vuelo. Evan se levantó somnoliento, y tras frotarse los ojos, corrió despacio las cortinas. Las nubes grises y el ligero viento marcaban los últimos días de verano. El otoño comenzaba a salir de su crisálida… El muchacho giró y contempló de nuevo su cuarto. Aún no se hacía a aquella habitación redonda, ni a sus muebles, ni a la mansión en sí. Era todo demasiado distinto, comparándolo a su antigua vida, a su antiguo barrio y a su antiguo hogar.

El chico se vistió algo apresurado al comprobar que disponía de tan sólo cinco minutos para presentarse en el vestíbulo. Se puso sus vaqueros favoritos, de un azul desteñido, y una camiseta de manga corta que le habían regalado su pasado cumpleaños. Le dio lástima ponérsela; dentro de unos días la tendría que guardar en la maleta para no volver a sacarla durante un largo invierno… Mientras se calzaba unas playeras se miró al espejo, y por un momento se vio irreconocible. ¡Qué cara! Él sí que parecía, en aquel momento, un zombie. Sacó un pequeño peine del cajón de la mesita de noche y se acicaló su cabello con suavidad.

-Acabarás llegando tarde… -rió Klaus. Evan ni siquiera se había percatado de que el fantasma estaba allí, con él. Estaba sentado en la cama deshecha, jugando con el lazo color ceniza que llevaba en su camisa. Evan le sonrió lo mejor que pudo, pues sus nervios se lo dificultaban bastante.

Evan bajó las escaleras entre temblores. ¿Cuál podía ser su entrenamiento? Estaba a punto de descubrirlo, pero el corazón le palpitaba de tal manera que deseaba arrancárselo para que dejase de molestarle. Aquel malestar era desagradable. Sentía que, quizás, no estaba preparado para algo así. Cruzó el pasillo del primer piso rápidamente, y antes de abrir la puerta que guiaba al vestíbulo, tragó saliva. Agarró con ambas manos el picaporte… Y entonces abrió la puerta. Su nerviosismo tocó a fin cuando comenzó a bajar las escaleras del lateral derecho, y pudo hacerse una ligera idea de lo que avecinaba aquella mañana.

No había rastro de Flourite y Lena en el vestíbulo, así que el muchacho se imaginó que estarían juntas en la cocina, preparando un suculento desayuno. Clave y Evil esperaban en uno de los peldaños de la escalinata izquierda. El primero jugaba con el inquieto Oculus, pasándoselo continuamente de mano a mano. Su respiración era profunda y extremadamente ruidosa. Era tan desagradable como el sonido que emite alguien que se está ahogando, pero él no parecía darse cuenta. Estaba demasiado concentrado mareando el ojo de Flourite. En cambio, el segundo, contemplaba aburrido un cronómetro que sujetaba con firmeza. Se hallaba sentado sobre un cofre de madera, al parecer muy antiguo.

Parecía un niño pequeño al que habían castigado y no tenía más remedio que trastear con el cronómetro.
Gabrielle se ataba el lazo negro que llevaba en la cabeza. A diferencia de la noche anterior, no llevaba un exquisito vestido lleno de volantes ni un corsé tan ajustado que pareciese estar a punto de ahogarla. Llevaba un top del mismo color que su lazo, unas mallas bien pegadas a su estilizada figura y unos guantes de corte en los dedos. La muchacha estaba agachada, atándose los cordones de las deportivas, pero levantó la vista cuando oyó a Evan bajar los viejos peldaños. Entonces, le sonrió, como complacida. Clavaba sus ojos carmesíes en el muchacho, inspirando cierta superioridad.

Velvet estaba de pie, con los brazos en jarras y en pijama, y recibió a Evan con su habitual rostro optimista. Tenía en su mano un reloj de bolsillo, que consultó antes de hablar a su sobrino.
-¡Vaya! –exclamó sorprendido-. Eres espeluznantemente puntual, muchacho –sin apenas poder contener su impaciencia, propinó leves empujoncitos a Evan, dirigiéndolo a la pared derecha del vestíbulo-. Ponte aquí. ¡No hay tiempo que perder! Cuanto antes empecemos mejor.
Evan no entendió nada, pero no hacía falta que lo hiciera. Después de todo, aquel era el misterioso entrenamiento del que todavía sabía poco o nada.
-Velvet... –se apresuró a decir Evan-. ¿Puedes decirme ya en qué consiste todo esto, por favor?
-Espera un momento... –el hombre frunció el ceño, concentrado-. ¡Oh, ya lo recuerdo! Demonios, estoy tan emocionado y tan nervioso que por poco olvido el plato fuerte.
Entonces se acercó a Evil y éste se levantó para entregarle aquel cofre. Velvet lo tomó con ambas manos, susurrando ‘Perfecto’ y quitándole el polvo con la palma de la mano. Evan pudo contemplarlo con mayor detalle, ahora que lo tenía más cerca de él. No sólo estaba viejo, sino que además las polillas habían hecho un arduo trabajo agujereando su cubierta. La cerradura de ésta, de un metal casi oxidado, tenía la forma de una ‘C’. Velvet agitó el cofre con impaciencia.

Se lo entregó a su sobrino en mano, para que fuese él quien lo abriera.
-Ábrelo, vamos. ¿No estabas ansioso por ver el arma que utilizarías?
Entonces Evan, corroído por la curiosidad, agarró el cofre y lo abrió, sin más dilación. Dentro de él había una hermosa pistola de un color gris oscuro, cuya empuñadura era de madera y llevaba tallado un 96, con una ‘C’ entre ellas. A diferencia que en la mayoría de las pistolas que había visto Evan en su vida, en ésta las balas no se encajaban en el tambor, sino que tenía una ranura en la parte superior para insertarlas. El chico era incapaz de salir de su asombro. Estaba hipnotizado por la elegancia y a su vez por el peligro que constituiría para él tomar esa arma en sus manos.

-¿Sabrás manejarla?
-¿Cómo puedes preguntarme eso? –rió Evan.

-Vamos a ver, una explicación fácil –Velvet extrajo con sumo cuidado el arma de fuego del cofre y la tomó con ambas manos-. ¿Ves esta clavija de aquí? Es el seguro. Te recomiendo que lo lleves puesto siempre que no sea necesario apretar el gatillo, no nos gustaría que hubiese ningún accidente, ¿verdad? Cuando necesites disparar, entonces no tienes más que levantarlo. En la recámara se guardan las balas, como puedes comprobar está aquí arriba. En esta ocasión, me he ocupado yo mismo de cargarla, pero te administraré una buena munición para las misiones que tengas que hacer. Puedes disparar sin miedo, los laboratorios NIGHTMARE fabricaron balas especiales que sólo pueden dañar a entes y semientes, contra los humanos no surten ningún efecto, ¿de acuerdo? Así que tampoco pueden causar ningún daño material. ¡Son bastante prácticas! –explicó Velvet-. Cada vez que dispares, la pistola desalojará la bala empleada. Pero lo más importante, sin duda, es disparar con juicio… De lo contrario, perderás tiempo y munición, sería estúpido –contempló el arma con ojos entristecidos antes de ofrecérsela a su sobrino, y entonces volvió a sonreír, como de costumbre-. Es el modelo Mauser C96 NIGHTMARE, como ves, lleva la marca de la casa en su nombre. Es una pistola adaptada para luchar contra los entes paranormales. Ésta, concretamente, fue mi arma en mi época de investigador –su voz fue ganando firmeza-, pero ahora es para ti.

Evan se estremeció.
-¿Y tengo que usarla contra Gabrielle…? –musitó el muchacho. Velvet se llevó las manos a la cara.
-Maldita sea, Evan. ¿Nadie te ha dicho nunca que si destapas un secreto, pierde absolutamente la gracia? –Gabrielle puso los ojos en blanco y cruzó los brazos, con una mirada fría-. Aunque en verdad quizás resulta algo evidente. En fin, no importa ya. Esta será la primera parte de tu entrenamiento –primera parte. ¿Iba a haber más?-, y su objetivo es que te adecues a tu arma, ¿entendido? Tienes que hacerte a ella. Como si fuese una parte más de tu brazo. Después de todo, cuando se lucha contra un ente, el investigador mismo es el arma, y el alma su munición. Lo único que tienes que hacer esta mañana es disparar a Gabrielle. En cuanto le hayas asestado un tiro, habrás terminado –su sobrino le miró con incredulidad, como si creyese que Velvet no hablaba en serio. Lo malo era que realmente lo hacía-. Sí, eso es todo –el hombre dirigió una mirada compasiva a Gabrielle mientras se apartaba de lo que sería ‘el ring de batalla’ y se sentaba junto a Evil y Clave-. Gabi, sin destrozos, por favor te lo pido.
-No me llames Gabi, por favor te lo pido –repitió ella malhumorada. Era realmente fácil hacerle rabiar…
Evan sujetó con firmeza su pistola, y entonces notó cómo una extraña fuerza bullía en su interior sin ningún control, recorriendo todos y cada uno de los rincones de su cuerpo. ¿Qué era aquello? Desde los pies, serpenteaba por sus piernas, por su abdomen, su cuello, su boca y, finalmente, sus ojos––

Entonces todo se volvió negro azabache. Era una negrura tan profunda, tan sofocante… Como si ningún haz de luz pudiese alcanzar esa profundidad. El chico sintió sus dedos tocar sus párpados, sin entender, pero no podía ver nada. Había perdido completamente el campo de visión… ¿O dónde estaba, si no era así? Sacudió la cabeza, pero era imposible atisbar nada. Reculó despacio, hasta chocar con algo. Aquella incertidumbre lo estaba desesperando… ¿Por qué era incapaz de ver? ¿Qué ocurría con sus ojos?... Dolía.
Un dolor agudo cruzaba sus retinas de lado a lado. Era una sensación ardiente, como si sus globos oculares se estuviesen derritiendo… Era peor que el mismo infierno.
Sus ojos despedazándose con vehemencia, y él sin poder ver qué sucedía, preso del dolor…
En un instante, todo comenzó a aclararse. Incluso, después de unos segundos, Evan pudo parpadear. Pero su visión de su alrededor fue tan radicalmente diferente que enseguida volvió a cerrar los ojos con fuerza, asustado.
Cuando por fin volvió a abrirlos, todo era rojo como la sangre. Un cálido carmesí formaba ahora parte de su visión, como si se hubiese filtrado en sus ojos. La madera, la piel de sus conocidos, su propia piel. Todo era de aquella misma tonalidad.

Con su ojo izquierdo podía ver una especie de blanco, y para su asombro, podía aproximarlo a lo que él deseaba examinar más de cerca y también fijarlo. Por más que girase la cabeza, el ojo siempre se movía en la dirección marcada por el blanco. El ojo derecho, en cambio, había experimentado un cambio más curioso aún. Los entes que en aquel momento se encontraban en el vestíbulo aparecían rodeados de una extraña llama azul turquesa. A través de sus nuevos ojos, su percepción de la realidad era totalmente distinta. Eran unos ojos preparados para la batalla.
Pero el muchacho seguía tan impresionado como aterrado de lo que acababa de sucederle.
-V-Velvet…
-No tienes que asustarte, Evan –se apresuró a decir su tío-. Tu poder está tomando forma… No te asustes. El cambio que acaban de experimentar tus ojos ha sido reacción de tu alma; cuando ésta percibe que el sujeto está preparado para la lucha, entonces pone en marcha ese mecanismo ocular que posees en este momento. Los investigadores lo llaman visor, está claro por qué, ¿a que sí? De esta manera, podrás distinguir de un solo vistazo a entes del resto de las personas, sin importar cuán humana sea su apariencia, y además de eso, podrás dispararles sin fallar –hizo una seña a Evil con las manos, y éste puso en marcha el cronómetro-. Ahora empieza el entrenamiento… Recuerda que basta con un disparo… Preparados, listos…

¡YA!

-No te contengas, Evan –ordenó Gabrielle, antes de echarse hacia atrás con sonrisa maquiavélica-. Si lo haces, será peor.
Y tras aquellas palabras, la vampiresa se abalanzó sobre Evan de un salto, con expresión divertida, y con sus manos de garras afiladas buscando el pecho del chico, queriéndole asestar un potente golpe. Por suerte, Evan reaccionó deprisa y se desplazó hacia un lado, esquivándola. A juzgar por la ráfaga de aire que pasó por delante del rostro del chico, no habría resultado muy agradable haber sido alcanzado por aquel puñetazo.
Gabrielle se giró y continuó tratando de golpear a su adversario. Parecía que cuanto más escurridizo era su enemigo, más disfrutaba ella, pues su sonrisa de satisfacción crecía a cada ofensiva que Evan conseguía disuadir. Entonces cambió de táctica y empezó a asestar puñetazos a diestro y siniestro. El chico los esquivaba torpemente o de casualidad; era demasiado para él. De ningún modo se había esperado que Gabrielle se encontrase en tal forma física, y eso era algo que le estaba causando bastantes problemas, pues no había contado con ello en ningún momento.
Ambos contrincantes se fueron desplazando por el vestíbulo, hasta que Evan, que iba de espaldas, chocó contra la pared. Ante la imposibilidad de esquivar más golpes de la vampiresa, éste cruzó sus brazos sobre el abdomen y trató de neutralizar todos los puñetazos posibles.
-Venga, Evan… -decía Gabrielle, con avidez-. Deja de defenderte… Vamos… Atácame… ¡De una vez por todas!
Y uno de sus golpes, que Evan esquivó apartando la cabeza, atravesó la pared de madera e inmovilizó su brazo.

-¡Bah! –resopló la chica, haciendo fuerza para liberarse. En medio del vuelo de las astillas disipadas por semejante golpe, Evan alzó su pistola, levantando el seguro, y cuando su ojo izquierdo hubo fijado por fin su objetivo…

Disparó.

Todo sucedió tan rápido que al muchacho le costó asimilarlo. Cuando aquella veloz bala se encontraba a escasos centímetros de Gabrielle, todo se distorsionó. El cuerpo de la muchacha se disolvió, convirtiéndose en un revuelo de miles de murciélagos, que alzaron el vuelo y se expandieron en escasos segundos por todo el vestíbulo. La bala chocó contra la pared y aterrizó en el suelo, inocua.
Cierto, los vampiros podían adoptar esa forma, ¿Cómo podía haber olvidado ese detalle? Evan desalojó la bala vacía y alzó la vista, desconcertado. Entonces fue cuando apuntó hacia el techo, apuntando con el visor a una de los millares de quirópteros que se expandían por el lugar y tiroteó sin descanso.
No obstante, el animal, con una ostentosa acrobacia después de otra eludió la ofensiva, y, unido al resto de los suyos, arremetió contra el confuso muchacho a una velocidad vertiginosa. Fue en una milésima de segundo en la que se formó un ciclón de murciélagos alrededor de éste, y una vez rodeado, comenzó a recibir los primeros arañazos y mordiscos del enemigo.
Evan estaba angustiado. Se cubría la cabeza con ambas manos, pero ¿era lo más correcto? Sentía la calidez de su sangre salir a borbotones de las heridas que nacían en su piel, mientras el ruidoso aleteo y los sonidos que emitían los quirópteros perforaban el tímpano del chico como una herida limpia de arma blanca.
Con qué podía contrarrestar a los murciélagos, eso querría saber él... Agitó fuertemente las manos, golpeando a varios de los quirópteros, pero era inútil; a los pocos segundos éstos reaccionaban y volvían a la carga. Evan reculó, vacilante, ante el bailoteo grotesco de los animales, similar a una mascarada de medianoche...

Y entonces se hizo la luz.

Sin importarle aquel incesable aleteo ni los mordiscos que estaba recibiendo en todo su cuerpo, Evan se precipitó hacia la ventana de al lado de la puerta y tiró con todas sus fuerzas de la cuerda de la vieja persiana. Inmediatamente, la celosía se enrolló firmemente, y los murciélagos que se arrojaban sobre Evan huyeron despavoridos hacia las sombras del vestíbulo, temerosos del influjo del sol naciente.
Entonces se agruparon y volvieron a su forma original de vampiresa.

Gabrielle mostraba una sonrisa complacida.
-No está mal –rió contenta, acicalando su delicado cabello-, pero que nada mal. Veo que sabes cómo enfrentarte a un vampiro –clavó sus ojos en Evan, que se apoyaba en el marco de la ventana, jadeante. La sangre de éste se deslizaba por su piel lastimada, tiñéndola del color preferido de ella. Sus pupilas de dilataron lentamente... -. O, al menos, conoces algunos de nuestros puntos débiles... –la vampiresa volvió al ataque.
Evan se sacudió y esta vez prefirió arriesgarse, disparando un par de balas mientras Gabrielle se aproximaba, pero no tuvo ninguna suerte. Nunca había podido presumir de tener una puntería inmejorable, pero no creía que se tratase de eso, sino de sus nervios, la intranquilidad que le invadía. Además, la vampiresa era muy mañosa y veloz como el rayo. Hasta el momento, no había conseguido que ningún proyectil la rozase siquiera. Ni siquiera dejaba ningún flanco desprotegido. La chica se abalanzó sobre Evan y le agarró las muñecas de forma violenta, empujándole contra la pared e inmovilizándolo. El chico se mordió el labio, conteniendo el dolor. ¿Era él o Gabrielle había atacado con un vigor aún mayor al de antes? La pistola resbaló de su mano derecha, cayendo en el suelo con un ruido sordo...

La vampiresa esbozó una mueca de dientes afilados y relucientes como el nácar. Entonces abrió la boca de par en par, con sus ojos fijos en el cuello del muchacho. ¿Morderle?
Éste se sacudió intentando liberarse, pero a cada movimiento que él hacía, ella apretaba con más energía. Gabrielle lamió el cuello de su presa con gesto de extremo placer, y Evan podía notar un cálido aliento rozando su piel. Pero entonces ocurrió algo que él fue incapaz de entender.
La chica cerró los ojos, como conteniéndose, y alejó la cabeza, con los dientes apretados. Entonces Evan, presa del miedo, actuó de manera instintiva y levantó la rodilla, golpeando a Gabrielle en el estómago y haciéndola caer al suelo. En cuanto se vio liberado y fuera de peligro, se agachó y recuperó su arma, pero la aludida ya se había convertido nuevamente en un revoloteo de murciélagos que danzaban alrededor de Evan. Fue en aquel instante cuando ella retomó su forma original, detrás del joven, y le propinó un fuerte golpe en la cabeza con las manos.
Evan cayó de bruces y rodó con el suelo hasta frenar con su propio brazo. El dolor que sentía en aquel momento por todo el cuerpo era intenso, y se veía sin fuerzas para continuar.
Parecía como si toda aquella energía que había liberado la tarde anterior se hubiese esfumado para siempre, como una bandada de pájaros lista para emigrar. Su cuerpo entero estaba temblando, como si estuviese mareado, como si sufriera de anemia. En aquel momento se sintió ciego de cólera, enfadado consigo mismo. Estaba tan decepcionado...

¿Por qué era tan débil?

Evan sabía que desde pequeño había sido frágil. No era muy aficionado a los deportes, ni siquiera les había prestado atención. Se había dedicado siempre a pulir su intelecto, en lugar de forjar su físico.
Pero se sentía muy orgulloso de haber tomado aquella elección, pues su inteligencia era indudable.
Nunca se había arrepentido de ello... Hasta entonces.

Gabrielle, que entonces se hallaba suspendida en el aire, como si pudiese caminar por él sin esfuerzo, profirió un largo suspiro. Debía estar aburrida de ‘jugar’ con él. Su rival yacía en el suelo de madera, inmóvil... Ya no era más que una mequetrefe inservible, incapaz de deleitarla con un rato de fiero entretenimiento. Evan la miró e intentó levantarse, pero las heridas que le había causado volvían a encenderse cada vez que lo intentaba. Miró después a Velvet, cuya expresión denotaba preocupación. Su tez no tenía ningún color;  sus labios temblaban de rabia. Pero seguramente, no estaría dispuesto a intervenir hasta el último momento.
Finalmente, Evan miró a Clave, que en aquel momento evitaba el contacto visual, con su mirada fija en el suelo, y después estudió el comportamiento de Evil Vreeland...
Y deseó no haberlo hecho.
El ente no podía estar más satisfecho con encontrar al chico en un estado tan lamentable. Aparentemente se encontraba profundamente conmovido. Apoyando los codos en sus rodillas, reposaba la cabeza en sus manos. Su feliz sonrisa resultaba sucia y putrefacta para Evan, pero más aún lo que siseó a continuación, entreabriendo los labios.
-Un investigador como él no servirá de nada... –puso los ojos en blanco-. Lo veo tan inútil que me dan ganas de vomitar––

Evan jamás había sido confrontado de una manera tan directa y cruel. Aquel susurro, el poder de esas palabras golpeó el orgullo del muchacho. Se sintió terriblemente humillado...
Por semejante estúpido.
Evil no sabía nada sobre él, y sin embargo, lo despreciaba continuamente. Imperdonable. Eso había sido totalmente imperdonable. Apretó con tal fuerza el puño que sus uñas se enterraban en la palma de su mano, mientras crispado por la ira, apretaba la pistola y ni el frío del metal podía hacer frente al ardor que recorría sus venas. Nadie perdonaría tal insulto.
Aquellas palabras habían hecho semejante mella en él que consiguió levantarse, y con un titánico esfuerzo, alzar el arma, apuntando a Gabrielle. El blanco se fijó en la vampiresa, que dejó de sonreír inmediatamente, como si acabasen de darle una bofetada.
-No voy a tirar la toalla –replicó Evan, con voz firme-. Al menos, mientras me queden fuerzas para ponerme en pie de nuevo.
-Como quieras –refunfuñó Gabrielle. No parecía especialmente contenta por ello-. Este entrenamiento me es aburrido ya. No tardes demasiado en rendirte definitivamente, ¿sí? –pidió, y acto seguido, planeó hacia Evan extendiendo las manos hacia él, sin duda alguna para agarrarle del cuello. No gracias, pensaba el chico, ya había tenido suficiente con que lo hubiesen intentado una vez.
La ira no le serviría de nada contra Gabrielle, era consciente. Se tomó un instante para recuperar la compostura, y después apretó el gatillo.

BANG.

La vampiresa parpadeó suavemente mientras miraba a Evan con sorpresa. Sus ojos se abrieron una y otra vez, probablemente era incapaz de asimilar el hecho de que una bala se había ensartado en su frente hace unos escasos segundos.
Evan también estaba totalmente sorprendido de lo que acababa de hacer, y no podía apartar la vista del agujero que Gabrielle tenía en el entrecejo. El impacto del disparo hizo que ella cayese súbitamente, golpeándose con la cara en el pavimento.
El chico se pellizcó la mejilla. Era real. Lo había conseguido. La vampiresa tendida en el suelo, sin moverse un ápice de su posición, era clara prueba de ello. Pero entonces se preocupó por ella. Llevaba unos largos segundos totalmente quieta. ¿No estaría quizás...?

-¡¡DUEEEEELEEEEEEEEEEEEE!! –vociferó Gabrielle, levantando la cabeza del suelo y cubriéndose la frente con las manos. Sus ojos rojizos lagrimeaban, brillando como perlas-. Q... ¡Qué soez! ¿No podías apuntar a otra parte? Tonto... Descuidado... –la vampiresa maldecía en voz baja. Totalmente avergonzada, miraba hacia abajo, mientras respiraba profundamente en varias ocasiones, como conteniendo el dolor.
Evan quiso presentar sus disculpas, pero ¿serviría de algo? Gabrielle estaba tan enfrascada en maldecirle que probablemente no le escucharía, o, en el peor de los casos, no le daría su perdón.
La vampiresa se sentó en el suelo, apartando las manos de su frente. Como si su propio cuerpo la rechazase, la bala salió expulsada del entrecejo.
-Esto... ¿Estás bien? –preguntó Evan, preocupado de verdad por el estado de ella.
-¡¿Bromeas?! –repuso Gabrielle hecha un basilisco. Le miró enojada-. En alguien de mi especie, las heridas de bala no surten el mismo efecto que en otros entes. Se curará deprisa, pero el dolor es potente. Apunta esto, ¡para matar a un verdadero vampiro, hace falta una ESTACA! –la chica lo explicó con el mismo tono grosero. El redondo orificio de su frente comenzó a cicatrizar rápidamente, cerrándose y dejando tan sólo una minúscula marca casi imposible de ver-. Creo que mejor voy a cambiarme. Mi frente, mi preciosa frente... -se acercó a la escalinata y, tras subir varios peldaños, bajó la cabeza, lamentándose de nuevo-. ¡Eres un bruto, Evan Hedwings! ¡Un bruto y un imbécil!

La furiosa vampiresa subió las escaleras pisoteando con fuerza y murmurando por lo bajo. Hubo un rato de silencio por parte de todos los presentes en el vestíbulo. Evan tomó aire y contempló absorto su arma. Todavía le costaba creer todo lo que acababa de suceder. Aquella misma mañana había recibido una pistola, había descubierto parte de sus poderes ocultos, se había enfrentado a una vampiresa de pura cepa... Y para colmo, había salido victorioso.
Un abrazo aprisionador lo arrancó de sus pensamientos.
-¡Evan! –Velvet, cómo no. Extrajo de uno de los bolsillos de su pijama un pañuelo de seda color canela y limpió la cara sucia de polvo y sangre de su sobrino. No era que al chico le molestase aquella actitud tan paternal, pero no dejarle a él mismo hacerlo le parecía excesivo-. No pensé jamás que tendrías mano izquierda con una pistola, ¡pero también he de reconocer que me has asustado! Ahora curaremos tus heridas, así que no te preocupes, ¿está bien? También le diré a Lena y Flourite que te preparen un desayuno digno de un campeón.
El hombre desvió su mirada hacia el destrozo de Gabrielle en la pared.
-Cielos... Menudo boquete –musitó-. Mira que le tengo dicho que esta casa perteneció a mis abuelos y que es muy antigua, pero siempre hace caso omiso de todo, ¿sabes? Esta Gabi... Por muy delicada que parezca nada le gusta más que poder participar en una buena pelea –Velvet sonrió y revolvió el cabello de su sobrino.
-Y ganar –añadió Clave con un hilo de voz, aproximándose a ellos-. Disfruta de las batallas en las que sus víctimas muestran resistencia contra ella, pero una vez es superada, se enfada, como ahora.
Evan suspiró. Qué complicada era aquella chica... Era difícil tratarla, y muy fácil meter la pata. Además, sus prontos eran los de una niña pequeña, malcriada y chillona. El coger semejante rabieta por perder un duelo era una reacción propia de una cría que no roza, ni de lejos, la pubertad.

-Tst –Evil chasqueó la lengua. Detuvo el cronómetro y se levantó, bajando las escaleras y agarrando a Clave del brazo-. ¡Vamos, Clave! Vámonos desayunar.
-¡Cierto! –Velvet miró a Evan sonriente-. Desayunemos ya. Debes de estar hambriento, ¿verdad? –el chico asintió. Con la pelea, ni siquiera había pensado en que su estómago reclamaba algo de comer con voracidad-. Así podemos hablar de algunas cosas que debería aclararte, mientras nos ponemos las botas.

***

-¡Ay! –se lamentó Evan.
-Lo siento, ¿te he hecho daño? –Flourite untó un poco de agua oxigenada en un trocito de algodón y lo presionó sobre las heridas de los brazos del chico-. Sé que te escocerá... Pero después curará enseguida. No son heridas profundas, después de todo –los dos estaban sentados en el sofá del salón. Evan se había tenido que quitar la camiseta, hecha jirones, para curar los arañazos de los murciélagos. La muchacha deshizo el vendaje del brazo derecho de Evan, pues las vendas estaban rotas y sucias-. Es un mordisco muy feo... Pero tiene mejor aspecto, ¿no crees?
-Sí, supongo... –él contemplo su propio cuerpo malherido y suspiró. No llevaba ni un día y medio viviendo en la mansión, y sin embargo estaba coleccionando más heridas en ese lapso de tiempo que en sus diecisiete años de edad.

Lena se acercó con una enorme bandeja en las manos. Se la colocó a Evan en las rodillas y se incorporó, con una sonrisa triunfal. El muchacho abrió la boca impresionado; no sabía a cuál de los platos mirar primero. ¡Todo tenía una pinta fabulosa!
-¡Enhorabuena, Evan! Para ser un novato, disparar a Gabi tiene mucho mérito, créeme. ¡Es la más rápida de nosotros! –felicitó la licántropo-. Oh, y no hagas caso de sus rabietas. Cuando se enfada, es mucho mejor dejarla sola, se le pasa enseguida. Pero es que a cabezota no hay quien la gane... ¡En fin! Espero que te guste el desayuno. Eso es un zumo de naranja recién exprimido, la tarta es de queso y frutas silvestres y esto de aquí son tortitas con dulce de leche. ¡Que aproveche!
Y acto seguido regresó a la cocina.
-La tarta está deliciosa, te lo garantizo –comentó Flourite, mientras volvía a vendar el mordisco del brazo a Evan-. ¡Es uno de los mejores postres de Lena! Y con respecto a esto... –alcanzó la camiseta del chico con la mano-. Haré lo que pueda con ella, quizás pueda coserla.
-De acuerdo. Gracias, Flourite –respondió Evan, contento, y partió un trozo de tarta llevándosela a la boca. ¡Estaba deliciosa! El chico no era muy partidario de los pasteles, pero ciertamente había pocas cosas que hubiese probado y que supieran mejor que aquello. Velvet se sentó junto a Flourite en el sofá, vestido con uno de sus característicos trajes, una chistera negra y una taza de café caliente en la mano.
-¿Qué tal las heridas, Evan?
-Bueno, ahora me duelen mucho menos –respondió el muchacho, tomando un sorbo de zumo. Realmente le costaba creer que se hubiera enzarzado en una lucha aquella misma mañana. Su primer entrenamiento había consistido en hacerse a su pistola, por lo que era incapaz de imaginarse el próximo. ¿Cuál sería el objetivo? Velvet lo miró con seriedad.
-En cierto modo, esta mañana he temido bastante por ti –indicó el hombre. Evan se extrañó.
-¿Por qué lo dices?
-¿Por qué? –repitió incrédulo-. Querido sobrino... ¡Gabi ha estado a punto de morderte! ¿Sabes el tiempo que lleva sin saborear una sola gota de sangre? Por un momento, pensé que lo haría.
-Espera, Velvet, no te sigo –interrumpió Evan-. ¿Acaso no es Gabrielle una vampiresa?
-Claro que lo es, pero, bueno, ya te dije que no todos los entes tienen malicia. Y Gabi es una de ellos. Como lo eres tú, ella fue una humana parcial en su tiempo, y fue asesinada brutalmente por un vampiro. Pero a pesar de su condición como tal, se empeña en aferrarse a su vida humana, a hacer las cosas que hacía antes. Podríamos decir... Que Gabrielle es una vampiresa que tiene miedo de sí misma. Tiene miedo de succionar la sangre de cualquiera, aunque su instinto de ente es, a veces, más vigoroso que ella y no puede evitarlo... ¿Lo entiendes?
Evan abrió los ojos impresionado, y asintió. No esperaba oír algo así, y se sentía algo mal por ella. Su tío pareció darse cuenta y prefirió cambiar de tema drásticamente.

-En fin, a lo nuestro. Por ahora tú eres el primer investigador de la compañía, ya que yo aparqué mi carrera como tal hace años, para poder fundar mi propia entidad. De todas formas, no serás el único... Estoy pensando que tal vez tres investigadores es el número idóneo para las misiones –aventuró Velvet, dándole vueltas a la taza de café con las manos-. Aunque no he encontrado a ninguno más, ¡tendrás dos compañeros! Un único investigador conlleva una tarea complicada y solitaria.
-Hum... Ya veo –Evan sonrió, curioso. ¿Quiénes serían sus compañeros? Ya estaba deseando conocerlos, aunque ni siquiera había indicios de que alguien fuese a trabajar para la Black·Moon~Company-. Y por cierto, Velvet, con respecto a las clases... Me faltan algunos libros y...
-¡Oh! Los encargué la semana pasada, aunque no los tengo todos. Los de latín y francés llegaban con retraso, pero creo que los habrán recibido ya en la tienda. ¿Qué te parece si después del entrenamiento de esta tarde vamos al centro y los recogemos?
-Está bien, pero... ¿En qué consiste el segundo entrenamiento?
-Oh, enseguida lo sabrás –dijo Velvet haciéndose el interesante-. Esta vez no tienes que temer. No te pasará nada. Es completamente distinto de lo de esta mañana –se levantó del sofá estirándose y sonrió-. Me gustaría explicártelo cuando nos encontremos en el lugar en el que entrenarás, así que hasta entonces, ¡nada de preguntas! Esta vez entrenaremos fuera de la mansión –esas fueron sus últimas palabras respecto al tema. Terminó su café y ayudó a Lena a fregar los platos de la cocina. Evan se encogió de hombros. ¿Otra vez con secretitos...?

Evan masticó con avidez su desayuno y se levantó para llevar la bandeja a la cocina, haciendo caso omiso de Flourite, quien decía que ya lo llevaría ella y que no se molestase. En la mesa estaban sentados Evil, Clave y Klaus, reflejado en la pantalla de la cámara de vídeo.
-¿Qué tal estaba la tarta, Evan? Hace tantos años que no como –suspiró- que ni siquiera recuerdo su sabor –apoyó su cabeza en las manos. Evil no quitaba al chico el ojo de encima mientras masticaba sus cereales y los mezclaba con un buen trago de leche. Aquellos ojos felinos de color amarillo disgustaban a Evan como ninguna otra cosa.

-Será mejor que suba a ponerme algo –masculló él, incómodo. Se acercó al sofá para recuperar su pistola, y tras cogerla, abandonó la sala y se encaminó hacia las escaleras en silencio. En aquel momento tuvo un encontronazo con Gabrielle en las escaleras. Acababa de ducharse y llevaba la toalla bien ceñida, ocultando gran parte de su cuerpo empapado. Su cabello lila se pegaba a su tersa piel. Se ruborizó al ver a Evan y apretó los labios con fuerza.
El chico ignoró su reacción y continuó subiendo las escaleras, hasta que de pronto:
-¡EVAN HEDWINGS! –vociferó la vampiresa. El muchacho se giró asombrado por el grito que acababa de proferir.
-S... ¿Sí?
-E-Esta mañana –balbuceó con torpeza- mi comportamiento ha sido inaceptable. En vez de aceptar una derrota con deportividad, he actuado como una energúmena... –Evan parpadeó. ¿Iba en serio? La vampiresa enrojeció de arriba abajo-. P... Por eso, no esperes que vaya a ponerme así esta tarde, ¿estamos? P-Porque no voy a hacerlo. ¡Y tampoco voy a perder! Evan Hedwings, ¡esta tarde voy a aplastarte!
Ambos se miraron sonriendo.
-Bueno, entonces inténtalo, pero no creo que lo consigas –contestó él, seguro de sí mismo. ¿Desde cuándo confiaba tanto en sus posibilidades? Quizás el haberla derrotado una vez había incrementado la fe en sí mismo. Igualmente, la despidió con una cabezada y subió las escaleras. Cada vez se encontraba más excitado por la idea de ser investigador. Se imaginaba a él mismo desempeñando las misiones que Velvet le asignase... Apretó la pistola con fuerza. Su brazo por fin estaba completo.

-Facing a Vampire [Hall Version]-

-Continuará.

4 comentarios:

  1. Este capítulo es jodidamente largo, Liz... *-*
    Varias cositas:

    -Gabrielle. Qué pedazo de tía. Qué temperamento que tiene... Me mata xD
    -Velvet. Siento un amor imparable hacia ese hombre xDDDD ¡Me parto con él! Y es un tío entrañable ^_^
    -Flourite. Omochikaeri~ <3 Es demasiado mona e////e

    PD. Evil... Evil es malísimo D8<

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. A ver, reescribo xD

    EVIL > GABRIELLE > ALL.
    Evil es el jefe y Gabi la jefa, los mejores xD ¡Cómo me torean al pobre Evan! Evan es el tercero mejor (?). Me ha encantado este capítulo... LOS MURCIÉLAGOS FTW *-*

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  4. Yo ayer escribí un comentario que hoy no encuentro : ___'

    Bueno, pues reescribo yo también xD

    Dije que los momentos que más me gustaron han sido los del ojo (mucho, mucho) y la pelea, cómo no!

    Me encanta Gabrielle, mogollón. Me ha enamorado su chulería *__* Y la mezcla de chica mala con chica tierna xD

    Y sobre Lena, todavía no me acostumbro a que tenga ese carácter, pensaba que sería borde y seria, me equivoqué >:D

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