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jueves, 8 de septiembre de 2011

. Lunario II . -A BLOODY, BLOODY SIGNATURE-

Velvet se aproximó con lentitud a su sobrino, y acarició con suavidad su espalda, como dándole ánimos. A Evan no le dolía aquella minúscula herida; eso era lo de menos. Por alguna razón, se había puesto muy nervioso. Aquel asunto de entes paranormales alrededor de todo el planeta... ¿Era o no motivo suficiente para tener los nervios a flor de piel? En aquel mismo instante se preguntaba si había hecho bien aceptando unirse a la compañía de Velvet... Ni siquiera estaba seguro de esa decisión. ¿Sería capaz de enfrentarse a aquella tenebrosa y secreta faceta del mundo? Se mordió los labios, tratando de controlar sus emociones y con ello, la situación.
Velvet, sin embargo, no parecía afectado por todo aquello. Continuaba sosegado, e intentando transmitirle aquel mismo sentimiento a su sobrino. El hombre arrimó sus labios al oído de Evan.

-Firma.

Evan miró fijamente el símbolo de la pared y tragó saliva.
-El octógono que tienes delante es el contrato de la compañía -explicó Velvet-. Una vez firmado, serás un investigador, ¿entiendes? El proceso es muy sencillo. Tan sólo tienes que repasar lentamente la esfera con la sangre que emana de tu dedo, y en ese momento estarás formando un vínculo de sangre entre tú y yo, ¿de acuerdo? Mientras tanto, tendrás que jurar cumplir todo lo que yo te diga. Si no, no surtirá efecto -tomó con delicadeza la mano de su sobrino y colocó el dedo ensangrentado en la esfera de la pared-. Vamos, Evan... Sin miedo.
Evan asintió con la cabeza y se concentró en su deber. Su tío se apartó con lentitud y a la vez que contemplaba cómo éste trazaba el círculo, comenzó a formular el juramento.
-¿Juras enfrentarte a los entes paranormales, sea cual sea la situación en la que te encuentres? -preguntó.
-Lo juro -respondió Evan decidido. A medida que pasaba su dedo por la esfera, la sangre que emanaba de su dedo parecía cobrar vida y, como si de un reptil se tratase, se deslizaba suavemente por la pared, reptando hacia aquellas inscripciones ilegibles y contorneándolas. El octógono entero comenzó a centellear con un fulgor rojizo que fue cobrando intensidad.
-¿Juras entregarte a la compañía en cuerpo y alma, y por lo tanto, someterte a su voluntad?
-Lo juro.
El resplandor continuó reforzándose, hasta que comenzó a resultar cegador. Con mucho esfuerzo, Evan terminó de trazar el círculo.
-¿Juras arriesgar tu vida con el fin de conseguir detener este misterioso complot o con el objetivo, al menos, de acercarnos al origen de todo?
-Lo juro.

Entonces el símbolo relució con tan fuerza que Evan tuvo que taparse los ojos para protegerlos. Aquella luz duró unos segundos, que al muchacho se le hicieron eternos... Y después fue perdiendo más y más luminosidad, hasta perecer finalmente. 
-¡Bien hecho, Evan! -Velvet aplaudió con alegría. Al parecer fue el único, pues cuando lo hizo los entes se miraron incrédulos entre ellos-. Ya hemos dado el primer paso. Ahora eres un investigador, pero, ¡cuidado! No eres más que un novato. Gracias a este contrato, entregas tu voluntad al servicio de la 'Black·Moon~Company', en otros términos, trabajarás con el fin de descubrir de dónde proceden estos entes paranormales. Cualquier mínimo detalle puede ser un enorme descubrimiento, y eso puede conllevar a un adelanto en nuestras investigaciones. Por lo tanto, hemos terminado por hoy -el hombre esbozó una sonrisa de dientes nacarados-. ¡Mañana comienza tu entrenamiento! Flourite, querida, enséñale a Evan la mansión, por favor.
Evan vaciló unos segundos.
-¿Y ya está? ¿Eso es todo por hoy? -quiso saber el muchacho. Le parecía que había hecho tan poco...-. Tan sólo con esto, ¿soy ya un investigador? ¿Y cómo voy a entrenar mañana? Quiero decir, qué clase de entrenamiento será.
-Evan, ¿acaso no puedes sentirlo? -preguntó el hombre, extrañado. El chico se paró en seco. Era cierto... De alguna manera, con tan solo haber repasado aquel octógono, sentía como si su cuerpo se hubiese quitado de encima un inmenso peso. Como si se tratase de magia, notaba también una fuerte energía bullir en su interior. ¿Qué significaba todo aquello? Evan miró a Velvet fijamente y en silencio, como si sus verdosos ojos fueran a brindarle la respuesta-. Lo que acabas de hacer no se limita a sellar un contrato, sino a liberar con él los poderes de humano parcial que encerrabas en tu interior. Era un paso primordial; sin ellos no durarías dos segundos frente a un ente. Mañana te enseñaremos a controlar la nueva energía que corre por tus venas. Pero mañana... Hasta entonces, ¡es un secreto! -Velvet guiñó un ojo a su sobrino y se precipitó hacia el salón, escaleras arriba. El resto de los entes le siguieron, exceptuando a Flourite, que se quedó a solas con un enmudecido Evan.

La muchacha le miró con un atisbo de vergüenza en su único ojo, antes de hablarle.
-V... ¿Vamos, Evan? Yo te enseñaré la casa... -y sin esperar a que éste articulase palabra, le agarró de la mano y tiró de él, llevándole hacia el salón comedor-. Esto... En el salón comedor desayunamos, comemos y cenamos todos los días, y supongo que has visto que está directamente conectado con la cocina... Normalmente las que cocinamos somos Lena, Gabrielle y yo, pero en realidad la maestra entre los fogones sigue siendo Lena -dijo mientras dejaba escapar una risita adorable. Ambos cruzaron la puerta del salón comedor y, sin prestar atención al vestíbulo, subieron escaleras arriba. El recibidor estaba entonces iluminado y daba una impresión mucho más elegante y acogedora que hizo sentir mejor a Evan, aunque como Flourite no se demoró mucho tiempo en aquel lugar, no le prestó demasiada atención. Llegaron a la puerta por la que Clave había salido unas horas antes-. Cruzando esta puerta están los dormitorios; las chicas dormimos en el ala izquierda del edificio, los chicos en la derecha. Pero tú no dormirás en ninguno de estos dos sitios... Velvet ha preferido asignarte el dormitorio de la torre.

Para llegar a la torre cruzaron el pasillo y al fondo se encontraron con el baño, y a su lado una angosta escalinata de caracol, que Flourite subió con ligereza y tirando de Evan. Los peldaños parecían torcidos y eran notablemente más empinados que los del vestíbulo. Además parecía que nadie los había pisado durante mucho tiempo, pues la capa de polvo que las cubría era bastante gruesa. Finalmente llegaron a la torre, en la que no había más que dos puertas estrechas, una al lado de la otra. Pero la muchacha se acercó a la de la izquierda, que probablemente sería la de la habitación en la que Evan pasaría muchas de las noches de su próximo curso.
Dicha puerta era de madera de grueso relieve, y tenía una decoración poco acorde a la del resto de la casa. Resultaba extraña, pues tenía dos cabezas de esqueleto talladas en el marco de la puerta, una en cada esquina, y un dorado manillar exageradamente torcido sobre el que Flourite posó su mano libre. Evan emitió un soplo de admiración. ¿Por qué existía aquella diferencia en comparación al resto de la mansión? Miró a la muchacha y ésta la miró a él, con cierto aire de nostalgia.
-Te has fijado en los esqueletos... ¿Verdad? –murmuró ella entonces-. La verdad es que tienen una razón de ser. Durante siglos, muchas familias han vivido en esta mansión, pero una en concreto quedó marcada por la repentina tragedia que sucedió una mañana en esta misma habitación. En este cuarto falleció un niño... –sonrió con amargura.
Evan sintió que el corazón le daba un vuelco estrepitoso.
-Lo cierto es que, según Velvet nos contó, ha pasado mucho, mucho tiempo. La familia del pequeño talló esos esqueletos en la puerta como recuerdo a lo sucedido, y para qué mentir, los inquilinos sentían tanto pavor al subir a la torre que ¡muchos abandonaron la mansión y se marcharon a vivir a otro lugar! –prosiguió ella, y abrió la puerta, invitando a Evan a entrar-. Tú no te asustes, ¿eh? ¡Que no pasa absolutamente nada! Además, ahora no hay nadie. –el muchacho se sobresaltó ante ese dato, pero Flourite no le permitió hablar y le empujó hacia adentro mientras se colocaba en el marco de la puerta-. Mira, tu maleta está junto a la cama. Nos tomamos la libertad de subirla mientras tú reposabas, después del incidente con Clave. La cena solemos servirla a las ocho, ¡sé puntual, por favor! –y cerró la puerta, marchándose.
-¡Espera, Flourite...! –pero para cuando Evan abrió la puerta, ya no había ni rastro de la muchacha. Se oían unos pasos rápidos descender por la escalera, acompañados de una suave risa inocente-. ¡Flourite! –pero ella no contestó. El chico bajó la escalera hasta el pasillo de las habitaciones a una velocidad de vértigo, pero ya la había perdido de vista. Jadeante, bajó la mirada y volvió a subir-. Esta chica... ¿Qué demonios querría decir con... ahora? –y se estremeció.

Entonces en el estrecho corredor de la torre irrumpió una dulce melodía, que arrancó a Evan de sus pensamientos. Su mente quedó totalmente despejada al escucha el sonido que producía la danza de unos dedos al piano. Un sonido tan agradable, tan mágico... ¿Sabía alguno de los entes tocar el piano? Por alguna razón, el chico se imaginaba a Gabrielle sentada frente al instrumento, quizás por la refinada impresión que le había dado a éste.
La exquisita música provenía del cuarto derecho, junto al nuevo dormitorio de Evan, y cuando él se asomó a la correspondiente habitación...

...no había nadie.

El piano, de cola y bastante antiguo de apariencia, había dejado de sonar de golpe; el taburete estaba vacío. Pero el puñado de partituras continuaba intacto, sobre el atril.

Qué extraño... Evan retrocedió y cerró la puerta. Decidió olvidarse del piano y centrarse en su cuarto y la distribución de sus objetos en el mismo, así que entró en la habitación contigua. Con las prisas de antes, ni siquiera había tenido tiempo de observar con todo lujo de detalles la maravillosa habitación que su tío Velvet le había asignado.
Al ocupar la torre, el dormitorio era redondo; ni demasiado grande, ni demasiado pequeño. Tenía una sola ventana, grande y esbelta, con un poyete empotrado en el espesor del muro. Las cortinas azuladas estaban corridas y a Evan le dio la sensación de que eran muy antiguas, pues tenían algo descosidas sus esquinas. El techo era abovedado, y de él pendía una pequeña lámpara de araña con esferas de vidrio, bastante parecida a la que había en el vestíbulo. La cama, colocada en el centro del cuarto, no era muy alta, pero era del tamaño ideal para Evan, y tenía un dosel elegante, del que oscilaban unas cortinas de seda. La colcha era oscura, de un azul más lóbrego que el de las cortinas, pero a su vez muy suave.
Entonces el chico se centró en los muebles; no tenía más que una discreta mesita de noche en la que había una lámpara de aceite apagada (Evan se estremeció cuando Clave le vino repentinamente a la cabeza), un viejo armario junto a ésta y un enorme espejo al lado derecho de la puerta. En frente de la cama había una apretada chimenea, y en su repisa había un cesto amplio, lleno de piñas y leños de manzano para encenderla y avivar su fuego.

Después de la vista general del cuarto, Evan levantó su pesada maleta, y tras posarla en la cama, le quitó los candados y la descubrió para sacar su ropa. Abrió el armario de par en par, que tenía numerosas baldas y un amplio espacio para sus abrigos, con algunas perchas para colgarlos. Poco a poco, fue retirando ropa y ordenándola en las baldas. Era conveniente que tuviese todas sus posesiones sistematizadas, para no convertir su cuarto en un mare mágnum.
Entonces sintió un resplandor dorado a sus espaldas y se giró de inmediato. No había nadie... Pero, ¿y si había sido algo reflectado por el espejo? Evan se acercó a él cautelosamente y lo examinó con cuidado. No tenía nada de sospechoso, no era más que un espejo ajado y descuidado... ¿Verdad? El muchacho sacudió la cabeza, atemorizado, y volvió a mirarse al espejo. Entonces vio algo más que su rostro palidecido y azarado en el espejo: un niño de desordenado cabello rubio al otro lado del espejo, acomodado en la cama.

Evan emitió un grito desgarrador y se apartó del espejo mientras miraba la cama estupefacto. No había nada en ella... ¿El infante estaba dentro del espejo?
En medio del escándalo, el niño se levantó con rostro perturbado y se colocó rápidamente de espaldas al espejo, agitando los brazos y haciendo gestos pidiéndole a éste que bajase la voz.
-¡Cállate, por favor! ¡Te lo explicaré todo, pero no grites! –rogó con cara de preocupación. Evan dejó de gritar, pero aún temblaba. Se acercó al espejo e intercaló varias miradas entre éste y su cama... Quizás era que sólo podía verle a través de aquel espejo. Poco a poco, su pánico tocó fin-. Gracias a dios... –suspiró aliviado el pequeño. Se apartó despacio del espejo y se puso detrás de  Evan, aparentemente para que éste pudiera verle el rostro. Fuera lo que fuese, era un niño con un rostro de ángel, unos ojos grandes y redondos que no transmitían más que gentileza y castidad. Vestía ropas que recordaban a otra época. Llevaba una camisa blanca con un lazo delgado en el cuello, un chaleco negro y unos pantalones color caoba que le llegaban hasta las rodillas-. No te he visto nunca por la mansión, ¿es posible que seas el sobrino de Velvet?
-S... Sí, eso es –respondió con torpeza, tembloroso aún-. ¿Quién? Digo... ¿Qué eres? –corrigió inmediatamente, pero prefirió ser más educado y presentarse él antes-. Yo soy Evan Hedwings... Es... Un placer.
-¡Igualmente! –contestó, jubiloso, el niño. Enredó sus dedos en su media melena, rubia y alborotada-. Mi nombre es Klaus Avalon... Soy un fantasma o un alma en pena, como los humanos soléis decir –se arrimó a Evan un poco más-. No te asustes de mí, por favor –el chico vio reflejado en el espejo cómo Klaus levantaba el brazo y acariciaba su hombro con las yemas de los dedos, pero fue incapaz de sentir el tacto de éstas. Se sintió mal por ello, le daba lástima... Al ser incorpóreo e invisible, debía ser preso de una interminable soledad.

-¿Tú eres el niño que murió en esta casa? -quiso saber Evan. Klaus se mostró algo deprimido, a juzgar por su rostro que se había ensombrecido un poco. A pesar de todo, no borró de su rostro aquella sonrisa cálida y asintió con la cabeza enérgicamente.
-Así es –admitió-. Aunque eso sucedió hace unos ciento ochenta años por lo menos, creo. ¡Incluso yo soy incapaz de recordarlo! Además, a decir verdad, tampoco me acuerdo de cómo morí, la causa de mi muerte, quiero decir.
-¿Y entonces? –Evan arqueó una ceja, sin acabar de comprender.
-¿Entonces? –repitió Klaus algo incrédulo-. Pues simplemente, desperté fuera de mi cuerpo –dijo con un tono más apagado que antes-, supuse que habría muerto mientras dormía, pero no sé cómo sucedió. Fue un golpe muy duro para mí, no sé si me entiendes… Mi padre intentó despertarme, sin darse cuenta de que yo había muerto, y cuando por fin enlazó conceptos y se enteró… Fue espantoso, ¿sabes? Y yo estaba  viéndolo todo, desde el interior de este mismo armario –y señaló el mueble con el dedo índice, y después se miró sus manos, enfadado consigo mismo-. La verdad es que eso tampoco lo entiendo… No puedo tocar a los humanos; ellos no pueden sentirlo. Y sin embargo, ¿tengo potestad sobre los objetos? No necesito tocarlos, necesariamente. Basta con que yo lo desee –entonces, Klaus centró su vista en la ventana, y ésta se abrió repentinamente-. ¿Ves?

-Lo… Lo siento –balbuceó Evan. Se había derrumbado al oír la historia de Klaus: sintió un profundo pesar por él… Tantos años de soledad, ajeno al mundo en el que continuaba viviendo sin un cuerpo que habitar, o sin alguien con quien intercalar palabra.
¿Era o no era una situación muy dura para un niño?
-¡No seas tonto! –respondió Klaus con alegría, para sorpresa del muchacho-. Mírame, vamos. ¡Llevo muchísimos años en este estado! Estoy más que acostumbrado, Evan. Lo último que desearía es que alguien sintiese lástima por mí, créeme. Soy más longevo que cualquier persona que hayas conocido, de eso no hay duda. ¡Podrías llamarme abuelo!
Ambos comenzaron a reír al momento. Entonces Klaus observó la cama.
-¿Qué te parece si charlamos un rato?
-Sí, espera –Evan cerró la maleta y la colocó junto al armario cerrado. Después se acomodó en la cama e hizo un gesto a Klaus para que hiciese lo mismo-. Ya está. Veamos… ¿Qué te gusta hacer, por ejemplo?
-Muy pocas cosas, en realidad. Han pasado tantos años desde mi muerte que prácticamente todos los objetos de esta casa me tienen aburridos, ¡excepto el piano! –replicó.
-¿Entonces eras tú el que tocaba antes? –Klaus asintió, y a pesar de su ligera transparencia y su rostro paliducho, pareció ruborizarse-. Vaya… Te manejas increíblemente bien. Es impresionante, lo haces mejor que muchos humanos que conozco.
-Quizás –Klaus jugaba con sus dedos- es mi manera de manifestarme. No sólo me reflejo en espejos; si sacases una foto a esta habitación y yo estuviese presente, entonces aparecería en ella. Pero quiero hacer mi presencia más fuerte que eso. Por esa razón, siempre toco el piano… A parte de que me resulta muy pacífico, se sabrá siempre que estoy aquí. ¿Sabes, Evan? Cuando Velvet se mudó a esta mansión lo hizo con lo que serían tus bisabuelos, ya llevaba varios años deshabitada. Muchos humanos de los que vivieron aquí una temporada terminaron por descubrir mi existencia, y tal era su miedo que no podían seguir por más tiempo aquí –explicó, tumbándose en la cama y acomodando la cabeza en la almohada. Si Evan no miraba al espejo, podía ver cómo ésta se hundía hasta hacer la forma de una cabeza. Se estremeció de nuevo-. Recuerdo a tu tío en esa época; repudiado por sus padres, separado de su hermana, querido únicamente por sus bisabuelos. Y aun así, era el ser más fascinante que había encontrado en mucho tiempo –relató con tono apagado y nostálgico-. Me arrancó de mi solitaria vida. Velvet ha hecho muchas cosas impresionantes por nosotros, los entes. No solo por mí. Podríamos decir que ha nacido para eso. Consagra su vida a luchar contra los que no atienden a razones, y cuida de los que necesitan ayuda. Es una gran persona.

-Realmente sabes mucho sobre mi tío, Klaus –dijo Evan, impresionado. ¿Repudiado por sus padres? Él nunca había sabido algo así… De hecho, ni su madre se lo había dicho nunca.
-Te contaré más cosas otro día, si quieres. ¿Qué esperabas? –rió el fantasma-. Le he visto crecer desde su niñez –y en aquel momento dirijo su mirada en todas las direcciones, como desorientado-. Dime, Evan, ¿qué hora es exactamente?
-Pues… -el chico se arremangó el polo para consultar su reloj de pulsera. Sintió una sensación muy extraña: había dormido en aquel sofá durante un tiempo que ni él imaginaba-. ¿Ya son las siete y veinte?
-Vaya… Las chicas deben de haber empezado a preparar la cena. ¿Bajamos?
-Pero si tú no puedes cenar…
-¡No importa! Siempre acompaño a Velvet y los demás a la hora de cenar, para poder charlar con ellos –respondió sonriente. Evan no contestó y se puso en pie, tal y como unos segundos después hizo el fantasma. Entonces el chico abrió la puerta y comenzaron a bajar las escaleras cuando se toparon con Clave en el pasillo del primer piso.
El rostro del ente transmitía cierto arrepentimiento, y sus ojos relucían como si en cualquier momento se le fuesen a saltar las lágrimas. Evan no se sintió muy seguro al encontrarse con éste en compañía de Klaus; tan sólo se reflejaba en espejos y otros, por lo que era como si estuviese a solas con Clave. Y no le hacía especial gracia.
Evan bajó la mirada y pasó junto a él sin decir nada.
-E-Evan… -tartamudeó Clave con torpeza-. Esto, yo… -se giró hacia el muchacho, evitando el contacto visual-. Siento mucho lo… Lo de esta mañana… No pude controlarme y te ataqué… Si… Si pudiese hacer algo para compensar mi comportamiento… -estaba temblando de arriba abajo. Sus palabras parecían sinceras, y a pesar de que Evan no se las esperaba para nada, supo aceptarlas.
-No te castigues, Clave –respondió. Clave le miró de sopetón, aturdido; ciertamente, la contestación de Evan le había impresionado-. Después de todo, no ha sido tu culpa. Fíjate –se arremangó la manga derecha y mostró las vendas que cubrían el fiero mordisco-. Esto se curará con el paso del tiempo, y no quedarán más que unas pequeñas cicatrices. Pero no quiero que nuestra relación empiece con una herida también, así que… ¿Por qué no empezamos de cero? –tendió la mano al ente.
Éste vaciló unos instantes, y después la estrechó, satisfecho.
-G-Gracias, Evan –Clave sonrió con timidez. En el momento en el que parecía que iba a decir algo más, algo pareció asustarle, algo que estaba detrás de Evan. El chico se giró extrañado. ¿Qué estaba sucediendo?
-Clave –dijo Evil. Estaba quieto en medio del pasillo, con los brazos cruzados y el ceño fruncido-. ¿Qué tal si dejas de perder el tiempo con tu nuevo amiguito y bajamos a cenar?
Al escuchar aquello, Clave soltó la mano y la fue apartando, con los dedos tan temblorosos que parecían un carámbano a punto de desplomarse.
-Será mejor… Que vayamos a cenar –murmuró éste entre dientes. Evan permaneció en silencio, algo enojado, con la mirada fija en Evil. Desde que se había presentado en la mansión, éste parecía tener algo en contra de él. ¿Pero qué podía ser?  ¿Acaso había tenido tiempo de hacer algo mal? Los dos entes bajaron juntos, y segundos después bajó Evan, maldiciendo en sus adentros. Algo le decía que Evil no iba a ser precisamente su amiguito.

La amplia mesa del salón estaba decorada de una manera muy elegante y sofisticada, con un mantel de satén dorado, una exquisita cubertería y una vajilla de lo más sugerente. Evan se sintió en un restaurante de cinco tenedores. Todos estaban sentados en la mesa a excepción de Lena, que continuaba en la cocina. El muchacho vio entonces cómo una de las sillas se movía hacia atrás, como por arte de magia, en el único espacio en el que no había un plato, una copa y unos cubiertos: Klaus acababa de tomar asiento. Velvet se desprendió entonces de su chistera y llamó a Evan con señas antes de que él se sentase.
-Por favor, Evan, ¿puedes traer la cámara de vídeo que hay sobre la repisa de la chimenea? –el chico asintió con la cabeza y se dirigió a donde su tío le había pedido. La chimenea estaba encendida y desprendía una asombrosa calidez; y efectivamente, ahí estaba la cámara de la que él hablaba, colocada sobre un trípode, se modo que la cogió. Y cuando se giró, se encontró con el rostro de Evil frente al suyo, a escasos centímetros, con el ceño exageradamente fruncido (más incluso que antes) y expresión de rudeza y antipatía.
-Gracias, Evan –respondió con voz melosa, y en el acto le arrancó la cámara de las manos, con un gesto despectivo. Entonces volvió a la mesa y colocó el aparato frente a la silla de Klaus, encendiéndolo. Inmediatamente, el alegre rostro del fantasma se proyectó en la pantalla de dicha cámara.
-¡Buenas noches! –sonrió Klaus. Evan se sentó de mala gana en la plaza vacante, en la esquina, junto a Gabrielle.
-Ya estamos todos, pues –Velvet sacó un sacacorchos y se dispuso a abrir una botella de vino tinto riojano. Al desprenderse del corcho, se sirvió a sí mismo, y después a Gabrielle, que se llevó la bebida a los labios y la degustó con sutileza-. Oh, se me olvidaba. ¿Dónde está Oculus? –quiso saber, antes de probar el vino.
-Aquí –Clave posó sus manos en la mesa y las abrió, permitiendo así salir rodando a un ojo color azul verdoso. El globo ocular comenzó a girar y a girar por la mesa, cruzándola de lado a lado, hasta quedarse quieto junto a la botella de vino-. Ahora sí que estamos todos.
Evan observó a Oculus con estupefacción: era demasiado pedir que una persona ajena a los entes pudiese hacerse a una nueva realidad en cuestión de horas. Un ojo. ¿Qué iba a ser lo próximo? Oculus pareció darse por aludido, pues comenzó a golpear la copa del chico.
-Creo que se ha enfadado… -comentó Flourite, con tono de preocupación. Al oír aquella voz, el ojo se detuvo inmediatamente y dio vueltas en su dirección; ella alargó la mano y Oculus se subió en él. La joven lo acarició con suavidad y dulzura.
-Parece mentira que sea tu otro ojo, Flourite –rió Evil, cruzando brazos y piernas-. Es tan rebelde y cabezota que parece más mío que tuyo, ¿no crees? –después de aquel comentario miró a Evan-. ¿Qué demonios te pasa? ¿Tan extraño es ver un ojo rodando por la mesa?
Lena suspiró.
-Mira que eres –le espetó a Evil, mientras salía de la cocina llevando en sus manos una enorme cazuela humeante. La colocó en el centro de la mesa y le quitó la tapa. Un delicioso aroma tibio emanó al instante, expandiéndose por el salón comedor, y haciendo las delicias de sus comensales-. ¿No ves que para Evan todo esto es una nueva experiencia? No puede acostumbrarse chasqueando los dedos, deja de exigírselo –cogió primero el plato de Evan, sonriéndole. Lena parecía la hermana mayor de los demás entes, o eso le parecía al muchacho, debido a su aspecto de sensatez y madurez-. ¿Cuántas cucharadas de sopa quieres?
-Con tres estará bien –la licántropo asintió con la cabeza y sirvió la cantidad de sopa deseada por el muchacho. Después le entregó el plato y continuó sirviendo a los demás-. Gracias, Lena.

Y en cuanto hubo servido a todos, comenzó la cena.
Evan quedó asombrado por el talento culinario de Lena. Sintió el calor de aquella sopa descender lentamente por su garganta. Nunca antes había sentido con tanta intensidad aquella sensación de bienestar y energía sin límites. ¿Sería porque había liberado recientemente sus poderes de humano parcial? Entonces se le ocurrió que aquella velada sería idónea para formular todas sus preguntas y así disipar sus dudas.
-Oye, Velvet, ¿podrías contarme más cosas acerca de esa organización? –dijo el chico a su tío, con enorme curiosidad. Velvet se arrimó la copa de vino y dio un largo trago. Después, comenzó a hablar.
-La organización a la que pertenecemos responde al nombre de WPA, lo que vienen a ser las siglas de Worldwide Paranormal Actions (Acciones Paranormales de todo el Mundo), y su sede principal fue construida por la familia Köhler hace unos sesenta años en el corazón de Dinamarca… Aunque la aparición de los entes paranormales tiene muchísimos años más, ¡incluso siglos! No sabemos con exactitud cuándo aparecieron, y es uno de los problemas más grandes que tiene la WPA, su origen y la razón por la que existen. Si contásemos con ese dato, posiblemente habríamos terminado hace mucho con esta amenaza a nivel mundial… -resopló Velvet-. Pero bueno, ése no es el caso, me estoy yendo del hilo. Mejor será que te hable de las compañías y sus investigadores –para asombro de Evan, su tío había terminado ya con la sopa. El hombre tomó la servilleta y se limpió con ella los labios antes de seguir con su explicación-. La WPA tiene una sede en cada continente, y a parte de ellas existen las compañías. Hay cientos de ellas alrededor del mundo. Éstas son formadas por investigadores o ex-investigadores que, una vez retirados, prefieren hacer de mentores de nuevos investigadores novatos.
-¿Cómo tú? –preguntó Evan, y continuó cenando. Se estaba quedando de los últimos en terminar…
-Exacto, ¡como yo! Antes fui investigador, pero empecé con quince años, así que me he cansado ya. Bien, cada compañía tiene sus propias directrices, es decir, varias normas que las hacen distintivas. Por ejemplo, el número de investigadores de sus líneas de batalla, las misiones que quieren desempeñar, los países a los que destinar su ayuda, sus métodos para luchar o las armas que utilizarán… Y esas armas son fabricadas por los laboratorios NIGHTMARE, ubicados en la sede de Dinamarca.
-¿Qué tipo de armas se emplean contra los entes?
-Me reservaré el decírtelo hasta mañana, ¿está bien? Porque antes del entrenamiento recibirás la tuya, y me gustaría mantenerlo en secreto –la expresión de Velvet se tornó divertida, aunque a Evan no le hacía mucha gracia esperar. De todas formas asintió con la cabeza-. Mañana entrenaremos en el vestíbulo, así que preséntate allí poco antes de las nueve, vestido y en ayunas.
-Está bien –dijo Evan. Entonces se dio cuenta de que todos los entes le miraban con extrema curiosidad. Se preguntaba por qué… ¿Quizás sabían lo que le esperaba mañana a las nueve, en el vestíbulo?

Evan subió las escaleras en dirección a la torra con enorme esfuerzo. Estaba agotado… Su cuerpo estaba sufriendo unos altibajos increíbles. Tan pronto estaba vigoroso como débil y pesado… El muchacho sacó el pijama del armario y se lo puso costosamente, con los ojos parpadeando y luchando por cerrarse. Su primer día en Londres había sido extraño. Cualquiera diría que no era más que un psicodélico sueño del que despertaría a la mañana siguiente. Se descubrió a sí mismo arrastrándose hasta las sábanas y tapándose debidamente con la colcha. Su rostro se acomodó en la almohada lo mejor que pudo.

Y a los pocos segundos, se quedó dormido.

-Descansa, Evan –Klaus entró en el cuarto y se sentó a uno de los laterales de la cama, contemplando el rostro dormido del chico. Rozó su cabello con las puntas de los dedos, pues no podía tocarle del todo…-. Mañana descubrirás tu verdadero ser, en un mundo totalmente distinto al que ves…

La luna brilló más fría y brillante que nunca en el cielo.



-A bloody, bloody Signature-

-Continuará.

4 comentarios:

  1. Esta Historia, a cada capitulo, es mejor ¡Me encanta!

    Y ME HAS ENAMORADOOOO CON KLAUS!!!!!!!!!!! Lo hiciste en el cuaderno y lo repites ahora! Me encanta muchísimo ese personaje, creo que es mi preferido *____________________* Y me da mucha, mucha penita, de verdad (LLLLLLLLLLL) Y Flourite también me encanta >w<

    ¡VIVA BMM!

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  2. No sabes la ilusión que me hace leer esto <3!
    Creo que es un dejavu, me parece que este comentario ya lo he leído antes xD
    ¡Me alegra que te guste! Y me hace una ilusión tremenda :'3 Me animas mucho con tus comentarios -^^-

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  3. Qué moe es Klaus e//e Me quiero llevar uno pa'casa.
    Y me ha encantado la escena de 'amiguito' xDDDD Dios, yo soy Evan y le arranco los pelos xD Pero eso es lo que hace que Evil sea un personaje muy molón >8D
    ¡Sigo leyendo!
    Este capítulo ha molado lo suyo >:3

    -Archleyendoalavelocidaddelrayo(?)-

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  4. Klaus <3

    Creo que todos caemos rendidos a los encantos del abuelito de la mansión u/////u

    Pero la mejor es Flourite. Y quien dice lo contrario... MIENTE COMO UN BELLACO.

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